Editorial

Ganadores y perdedores de acuerdos de paz

<p>No nos llamemos a engaños: a estas alturas de los diálogos de La Habana, hay claros ganadores y perdedores</p>

La sociedad colombiana ha aprendido a vivir en guerra, a tolerarla y lo que es peor, a necesitarla. Tiene ciclos de gran auge y como en toda situación humana, tiempos de vacas flacas, pero siempre, desde hace 60 años, el conflicto armado interno ha sido la constante, es una especie de cordón umbilical que une transversalmente todos los problemas nacionales. Hay una clara política de guerra, una economía de guerra, y lo que es peor, varias generaciones que no han podido vivir ni un solo día sin conflicto: es decir, crecieron en la cultura de la guerra.

Dice el Gobierno Nacional que los diálogos con las Farc en La Habana han avanzado en más de la mitad, pero en el territorio colombiano solo se ven unos pocos metros de recorrido, pues los asesinatos crueles a policías y soldados, el hostigamiento a los militares, los secuestros de finqueros, la extorsión a comerciantes y el narcotráfico siguen siendo pan de cada día. En pocas palabras, el país permanece sumido en un gran conflicto interno que arrincona la población entre la incertidumbre y el pesimismo crónico. Y quién lo creyera, pero hay claros ganadores de que el país siga por muchas décadas más sumido en la guerra interna. Son esos que viven de la economía que genera el conflicto: vendedores de armas, proveedores de los ejércitos, narcotraficantes que ganan con la seguridad que les da la inseguridad en regiones remotas del territorio. Hay muchos jugadores clandestinos, anónimos y muchos muy visibles que sacan jugosos dividendos de que Colombia siga en guerra interna.

Pero hay una clase de ganadores vinculados al establecimiento, quienes son los apoderados de dos discursos políticos antagónicos: los que obtienen dividendos electorales del discurso de la paz (como anhelo de la sociedad) y la extienden por meses o años, y están sus contradictores, quienes se hacen elegir en cargos públicos como críticos del proceso. Curiosamente son individuos de una sola materia, una especie de ‘doctor Jekyll y el señor Hyde’, personajes de la novela de Robert Louis Stevenson. Como en el libro, Colombia vive un trastorno psiquiátrico crónico que hace que unos mismos personajes tengan dos o más identidades con características opuestas entre sí.

¿Dónde están los perdedores? Es la inmensa mayoría de los colombianos, gente común y corriente que pone sus hijos para la guerra, que debe ver como sus impuestos son destinados a la seguridad en lugar de la inversión social y que debe seguir eligiendo políticas públicas que versan entre la guerra y la paz, en donde los líderes de cada de los bandos ganan, así pierdan en las elecciones. Atravesamos un momento único, y tal vez irrepetible, para salir de un conflicto que nos desangra. La paz vendrá luego.