Inflación a la vista, hay que cambiar la receta
jueves, 16 de diciembre de 2021
La variación de precios está demostrando que es más duradera que transitoria y que los bancos centrales están aplicando la misma fórmula de subir las tasas para estabilizar
Editorial
Todo está servido para que la inflación por encima de la meta techo de 4%, puesta por el Banco de la República para este 2021 que llega a su final, se sobrepase con creces. Nada impedirá que esté muy cerca de 6% y quizá en 4% para 2022. Un fenómeno que no es exclusivo de Colombia, pues recorre todos los países del mundo, y su alto impacto ha sido listado como un auténtico ‘cisne negro’ que obliga a repensar las fórmulas y recetas empleadas por los bancos centrales apegados a manejar la tasas al alza. Hay muchas voces acusatorias contra los economistas de los emisores porque siempre acuden a la misma herramienta en un momento de postpandemia que los obliga al mismo tiempo a irrigar las economías con dinero barato.
El mismo Gobierno Nacional, contra corriente ortodoxa, apoyó a los empresarios para subir el salario mínimo por las precarias condiciones de ingreso de las familias y porque el alza del mínimo del año pasado, que fue de 3%, rápidamente fue absorbida al quinto mes, por la escalada de precios. El Gobierno lo ha entendido bien, los empresarios han puesto más de lo que pueden sus números, máxime cuando llevan tres reformas tributarias a sus hombros. La pregunta es qué están haciendo los codirectores del Banco para no ser inferiores a la situación y no seguir subiendo las tasas de interés. Una verdadera prueba de fuego para sus colaboradores técnicos, quienes deben escuchar voces más calificadas e influyentes para resolver el problema de los intereses, los salarios altos y la escalada de precios. Por ejemplo, se hace popular la postura que plantea que hubo una equivocación generalizada de que la inflación era transitoria, por lo que la banca central salió en masa a subir las tasas, desconociendo técnicamente el dato estadístico de que la inflación anualizada -caso colombiano- era casi el doble de la meta proyectada. Algo decían los números y más elocuente era lo que pasaba en la oferta y la demanda.
Hay que aceptar que las expectativas de inflación se salieron de control y que pueden generar una espiral de alza de salarios y precios en los años siguientes. Se sabe que subir los salarios por encima del dato de variación de precios es como apagar un incendio con gasolina. La presión inflacionaria en Estados Unidos tiene a todo el mundo asustado, los precios están cabalgando a niveles no vistos en casi cuatro décadas y la Reserva Federal ya anunció que va a retirar los estímulos monetarios para controlar el incendio, acción que será espejo en América Latina en donde los codirectores de la banca central no saben otra cosa distinta, máxime cuando la situación los obliga a ser más innovadores pues las externalidades acá son enormes con un dólar cada vez más caro transfiriéndole precios altos a la canasta familiar, vía importados.
Los empresarios saben que sus costos laborales y de producción van a ser más altos en 2022, una situación que poco parece importar en este momento de efervescencia y calor electoral. Colombia va a experimentar, ineludiblemente, escasez de mano de obra, aumentos salariales, importaciones caras, alza en servicios públicos y costos generales de producción enormes; pero diciembre no es para aguar la fiesta, por ahora solo hay que acudir a los técnicos del Emisor colombiano, a que cambien la receta de subir las tasas, por lo menos, y prueben con fórmulas más ajustadas a la realidad local.