Editorial

Ingredientes para un coctail malo y amargo

<p>El fenómeno del Niño, el despertar de la inflación y los paros se convierten en amenazas para la buena salud de la economía.</p>

La variación descontrolada de los precios es uno de los flagelos más temidos por los economistas, al punto que para ciertas escuelas, como la clásica, se le ha convertido en una obsesión teórica y académica de larga duración. Y no es para menos, pues en economías como la colombiana un alza indiscriminada de precios le pega muy fuerte a los ingresos de las familias, especialmente en una población que en su mayoría se encuentran en los estratos medios y bajos. ¿Por qué se le llama a la inflación el impuesto de pobres, si a todos los estratos socioeconómicos les golpea por igual? En términos de precios, un incremento se siente más en donde menos ingresos hay, es por esto que las variaciones las sienten profundamente quienes tienen menos.

No podemos perder de vista que la prioridad para una familia de bajos ingresos es conseguir la comida que le permita seguir trabajando. Y en ese orden de ideas, los alimentos no solo son los más importantes en la canasta familiar, sino los que más pesan. Es por esto que cuando los precios suben (tal como sucedió en abril donde el IPC creció 0,46%), los alimentos subieron más, alrededor de 0,70%, afectando más a los pobres, dado que su canasta se encareció más que la del resto de los colombianos de otros ingresos. Pero hay otro impacto mayor para los más pobres y es el difícil acceso al crédito. Si una persona estratos 4, 5 o 6, está ilíquido podrá comprar el mercado con tarjeta y pagarlo a una sola cuota librándose de los altos intereses, una salida mágica a la cual no tienen acceso los estratos 1, 2 o 3 y quedan a la merced de los altos precios y de la inclemencia de los días de escasez de dinero.

Ahora bien. Cuando los precios suben, los trabajadores formales e informales reclaman aumentos salariales o pagos extras para compensar sus compras, mientras que quienes están del lado de las ventas o proveedoras al ciclo de consumo suben el precio de los bienes y servicios, también para cubrir algún tipo de desabasticimiento (como un Fenómeno de El Niño o una escalada de paros campesinos), activando la ecuación de que la inflación conlleva a más inflación, que a la postre hace que las tasas de interés suban más (como ya lo hizo el Emisor la semana pasada). Así las cosas, la inflación perjudica más a los pobres porque los empobrece en periodos inflacionarios.

A estas alturas sobra decir que los paros campesinos, el eventual Fenómeno de El Niño y el rebrote inflacionario se convierten en una seria amenaza para la buena salud de la economía colombiana que hasta ahora había mantenido la inflación en términos razonables. Pero ojo, el índice anualizado que mide la variación de precios al primer semestre es casi igual a la meta del Banco de la República.