Editorial

Investigación, patentes e innovación

<p>No podemos hablar de innovación cuando no hay políticas públicas ni privadas de investigación científica.&nbsp;</p>

No es una gran denuncia decir que el género periodístico más atractivo de la última década son los listados, los ranking y los top 10, que son siempre la misma cosa. Fueron una tendencia informativa con origen en Estados Unidos y ahora se ha convertido en una moda frenética en todo el mundo, independientemente de la interface de comunicación que se use. En promedio cada 20 días salen a la luz pública listados de todo tipo de cosas y situaciones, como por ejemplo las universidades ordenadas por número de estudiantes, campus, carreras, y por supuesto, investigación, entre otras categorías. Esta semana salió otro ranking de universidades colombianas por investigaciones, recientemente se había publicado uno de las mejores en términos de publicaciones científicas.

El espíritu competitivo que despiertan los listados es sano, pues obliga a que los actores tengan un parámetro de crecimiento y que quieran subir o mantenerse en cada edición. Pero ese afán puede distorsionar la verdadera naturaleza de la educación y la investigación misma. En repetidas ocasiones hemos dicho que ni las empresas ni las universidades distinguen mucho entre investigaciones, patentes e innovaciones y usan las palabras como sinónimos algunas veces y otras como partes de un todo. Ambas visiones pueden tener razón, pero lo que realmente es disruptivo es el trabajo final que debe ser una invención creativa o una innovación radical.

Si nos acercamos a la oficina de patentes nacionales que funciona en la Superintendencia de Industria y Comercio, veremos que la producción de patentes es bastante pobre si nos comparamos con las obtenidas luego de largos procesos de investigación en universidades de grandes ligas en países desarrollados. No puede hablarse de innovación sin procesos de investigación científicos, serios y acreditados internacionalmente, que a la postre demuestren invenciones radicales o al menos las busquen afanosamente. No se puede confundir innovación con creatividad o con astucia para los negocios, son definiciones científicas distintas. Existe la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual una institución de amplia credibilidad y trayectoria que avala las verdaderas innovaciones y la que, a la luz de sus últimos resultados, nuestro país no está bien en los listados. Para que en Colombia se consolide el desarrollo y la innovación como rutas para el futuro se debe hacer grandes inversiones en laboratorios y en capacitación para los profesores y científicos. Y es justamente en esta etapa en donde se debe tener una hoja de ruta cierta para llegar a ser innovadores, atrayendo doctores, investigadores y todo el recurso humano que nos permita acceder a las élites del conocimiento.