Editorial

La agenda regional, al son de Obama y Castro

<p>La nueva agenda bilateral entre Estados Unidos y Cuba le da un nuevo matiz a las cumbres iberoamericanas otrora signadas por la crisis.</p>

La apertura de las sedes diplomáticas en Washington y La Habana, desde este 20 de julio,  por parte de los  gobiernos de los dos países, es una demostración clara de que la normalización de las relaciones ha sido tomada en serio por las partes y que con seguridad quedarán atrás los más de 50 años de enclaustramiento, acusaciones y enfrentamiento permanentes, que no solo han afectado el ambiente bilateral, sino que el continente ha debido cargar con el peso de la situación, limitando las posibilidades de tener una agenda amplia y proactiva.

Pero hay que ser realistas. Lo alcanzado hasta ahora y en tiempo récord es trascendental, pero no habrá plenitud en las relaciones mientras Washington mantenga el embargo impuestocon la llegada a la isla de la dictadura comunista de Fidel Castro y su modelo de exportar la revolución a los demás países latinoamericanos. Los dos gobiernos lo saben muy bien, como lo han hecho conocer, y esto ha llevado al presidente Obama a pedirle al Congreso de su país que decida en ese sentido. Esta aprobación  con seguridad terminará dándose, aunque sin la prontitud que se quisiera como consecuencia del dominio republicano en el Congreso de Estados Unidos, antes que como respuesta al egoísmo de los cubanos que viven en ese país, quienes consideran una afrenta cualquier concesión que se le otorgue al gobierno de los Castro. De cualquier manera y como instrumento transitorio, el presidente Obama ha usado el sistema de órdenes del Ejecutivo para aliviar en algo las restricciones. Hay más asuntos importantes de la negociación que deberán atenderse, pero que no requieren la urgencia y se podrán atender en forma gradual, entre los que se destacan las demandas por expropiaciones en la isla cuando Castro llegó al poder, el respeto a los derechos humanos y lo que pasará con el espacio que ocupa la cárcel de Guantánamo.

Estados Unidos y Cuba ganan con el retorno a la amistad, pero de una manera distinta. Mientras para el primero los réditos son básicamente políticos y de imagen frente al mundo y en particular con el continente, para el pequeño país centroamericano los beneficios son fundamentalmente económicos, no solo por lo que representa acercarse a la primera potencia sino porque permite que otros países profundicen las relaciones comerciales, hoy recelosos por la actitud norteamericana. La evaluación del impacto en términos de mejoramiento económico y de bienestar dela población cubana no se puede desconocer, así no sea cuantificable en el corto plazo.

La buena noticia es importante también para los demás países del continente, en particular para Latinoamérica, que deberá comenzar a estudiar una temática distinta y modernizar sus instrumentos como la OEA, cuyo trabajo central se había reducido a pedir el reintegro de Cubaal sistema político regional y sus reuniones se habían reducido a ese asunto, impulsado por gobernantes oportunistas y con un discurso antiimperialista.