Editorial

La caída de Venezuela como país petrolero

Maduro ha logrado que caiga de un millón de barriles diarios a 732.000, mientras que Colombia pasa de 892.530, comparación nada odiosa que habla del fracaso del modelo

Editorial

Hasta hace solo cinco o 10 años, pensar que Colombia podría extraer más petróleo que Venezuela era tan utópico como soñar con ver caer nieve en el Caribe. Desde los años 70 la industria petrolera venezolana se posicionó como una de las más exitosas del continente americano, al punto que empezó a ser uno de los jugadores más importantes del cartel de productores de crudo, Opep, que ha manipulado el precio desde esos años.

La producción de petróleo del vecino país alcanzó los cinco y seis millones de barriles al día, al tiempo que fue incubando una clase política y social que nunca se dio cuenta que la llamada Enfermedad Holandesa se instalaba a sus anchas en su economía, capturándola en todos los sectores y haciéndola dependiente de las fluctuaciones del llamado “oro negro”; muy influido por la inestabilidad política del Medio Oriente y por la alta dependencia del consumo de los países desarrollados no productores como la Unión Europea y los de la Cuenca del Pacífico asiático.

Por muchos años esa fórmula de sobrevivencia económica fue usada por sucesivos gobiernos corruptos que consolidaron una élite inconsciente en Venezuela, que hacia finales de los años 90 llevó al militar golpista, Hugo Chávez, al poder y a instalar posteriormente una dictadura más corrupta y más incompetente que la que desplazaba y que ha llevado al país a la situación de tragedia humanitaria que está experimentando y que a Colombia le ha tocado padecer con una diáspora social lejos de terminar.

Es un breve relato del fracaso de un país que en su superficie navega en la miseria más dolorosa, mientras que en su subsuelo cuenta con millonarias reservas petroleras listadas entre las tres primeras del mundo, con unos 297.000 millones de barriles probados; un panorama que convierte a Venezuela en un polvorín no solo político y económico, pues dicha incompetencia industrial para extraer el crudo, sumada a la dictadura desestabilizada por un gobierno interino apoyado por varios países y ahora por la OEA, hace que la “batalla por Venezuela”, tal como lo tituló recientemente la revista The Economist, esté cerca de empezar a librarse.

Mientras eso ocurre a los ojos del mundo, Colombia debe aprender de la situación venezolana para no caer en esa penosa tragedia a la cual llegaron por causa de la corrupción de los sucesivos gobiernos y dictaduras y las consecuencias del populismo que se interesó por sembrar pobreza y resentimiento social, que por el desarrollo. Hoy Colombia produce mayor cantidad de petróleo diario que Venezuela, lo que no deja de ser un poco más de una anécdota, pues el objetivo no es quien produce más sino quien logra hacer mayores transformaciones sociales a partir de la riqueza generada por el petróleo. Los mejores precios del crudo, de alrededor de los US$72 por barril, hace que los países con esta riqueza aumenten su producción para vender más y a buen costo, pero es en estas vacas gordas que se avecinan que hay que hacer reformas y desarrollar nuevos sectores económicos y no seguir expuesto a que las arcas nacionales dependan (como en Venezuela) de las fluctuaciones del crudo.

En conclusión: Venezuela nos deja enseñanzas políticas de lo que no debemos hacer, pero también no da experiencias económicas de cómo no manejar las bonanzas petroleras que se pueden avecinar.

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