Editorial

La Caja de Pandora de los subsidios

Carrasquilla demuestra que llegó para hacer grandes reformas económicas y ahora se va a enfrentar al pernicioso e intocable esquema de los subsidios

Editorial

El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, acaba de sacar la reforma tributaria número 17 desde 1986; los primeros 87 artículos de su puño y letra plasmados en el proyecto inicial tenían los visos de estructuralidad que tanto se piden a gritos durante estos debates, pero que se difuminaron cuando el articulado llegó al Congreso y en medio de los choques de lobbies y conveniencias políticas terminaron por elaborar una ponencia sin aristas tributarias que dejaron tranquilos a casi todos los actores. Eso fue lo que más o menos sucedió al final de este inquietante 2018 que poco a poco llega a su final, pero en las palabras de conclusiones finales y en medio de una suerte de “parte de victoria”, Carrasquilla anunció que se viene un ajuste al esquema de subsidios en Colombia, que es como abrir una Caja de Pandora de la cual pueden salir enemigos insospechados solapados no solo en el Congreso, sino en todo el andamiaje del Gobierno Central, eso sin contar con las fuerzas sociales que siempre se enfrentarán a las políticas públicas así redunden en su beneficio.

Hace pocos meses, el Departamento Nacional de Planeación publicó un estudio tendiente a dar un marco normativo sobre los subsidios, con el objetivo de hacerlos más equitativos, que respondan a las verdaderas necesidades del país, que produzcan efectos transformadores, no solo en la economía sino en la distribución del ingreso. El gasto en subsidios sociales (individuos y hogares) y productivos (empresas) es enorme: solo para atender los sociales se destinan cada año unos $72 billones, algo así como 9% del PIB o 44% del Presupuesto General de la Nación. En los subsidios productivos se van solo $1,5 billones, cifra que no llega a 0,2% del PIB. El problema no es el monto anual que se destina a subsidiar programas necesarios y fundamentales para el desarrollo del país, el gran problema es su efectividad o la falta de medición a esas estrategias muy ligadas a los países asistencialistas. Está claro que en Colombia no hay seguimiento ni evaluación al esquema de subsidios, que se han convertido en un verdadero desangre para el presupuesto, pues tras la expresión “subsidios sociales o subsidios productivos” hay una verdad que pocos se atreven a demostrar.

En su reciente documento, Planeación Nacional raja el esquema de subsidios concluyendo que no hay trasparencia ni equidad en el esquema y que es nociva la inequidad en los subsidios a las pensiones, de lo cual no se habla no se toca, solo crece como un tumor que algún día hará metástasis. Dice el DNP que “la razón principal de esta mala distribución es la inequidad en los subsidios a las pensiones, donde el quintil de ingresos más alto de la población recibe 50% del total de subsidios, mientras que el más bajo recibe solo 4,3% (...) No existen mecanismos institucionales apropiados, muchos de los subsidios entregados están mal focalizados, como es el caso de los servicios públicos y vivienda”.

No hay lineamientos en el diseño de subsidios ni seguimiento a la efectividad de su entrega desde hace varios años, por lo tanto la nueva cruzada que lanza el ministro Carrasquilla es verdaderamente necesaria y se compadece a las necesidades del país. No se trata de acabar las ayudas estatales sino de reencausar los existentes y por qué no, crear nuevos canales susceptibles de ser evaluados.

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