Editorial

La deflación que ronda la vieja Europa

<p>Quien creyera que el incremento moderado de los precios puede ser una aliado para reactivar las economías.</p>

Ha comenzado a hablarse en Europa de una deflación o caída general de precios, concepto contrario al aumento que se conoce como inflación y desde distintos escenarios se lanzan alarmas por las implicaciones que podría tener el fenómeno sobre la débil recuperación de la economía global y echar por tierra los intentos por aumentar los niveles de ocupación resentidos por la crisis de los años anteriores. Para la gente del común resulta no entendible la situación, pues los expertos siempre han hablado de los peligros de la inflación para una economía con lo cual se supone que la deflación es beneficiosa ya que eleva el poder adquisitivo y evita una erosión de los ingresos laborales. 

El asunto no es tan sencillo, pues una caída generalizada de los precios puede estar explicando una disminución en la demanda que afecta la rentabilidad de las empresas y negocios que, para seguir vendiendo sus productos, necesitan abaratarlos. Estas menores ventas pueden llevar a una recesión y en consecuencia a mayores niveles de desempleo. Contrario al manejo dado por la Fed de inyectarle liquidez a la economía para estimular la demanda, el modelo de Europa fue el de reprimir la demanda, recortar el gasto público y los salarios, con la creencia ortodoxa de que luego del ajuste vendría la recuperación.      

Hasta hace muy poco, el BCE creía que el problema era la inflación, no la deflación, pero ahora ha cambiado de idea, como se evidencia en al menos cinco economías de la zona euro. En la estanflación se unen el estancamiento (carencia de crecimiento económico) con la inflación y en la deflación, la caída constante de precios ocurre con creciente desempleo y disminución de los salarios y los valores de los activos, títulos, propiedades y empresas. Quien creyera que la conclusión sea esta: un nivel prudente de inflación es síntoma de una economía saludable en la que el aumento moderado de precios y salarios protege a la vez el nivel de vida, la rentabilidad, los títulos y valores se negocian y hay posibilidades de inversión. Lo que pasa es que este nivel adecuado de inflación no se logra por decreto. No les queda fácil a los gobiernos de la eurozona explicar cómo la economía iría a una recesión como consecuencia de la política adoptada para salir de la crisis y que ahora tengan que pregonar que la salida sea una inyección expansionista.

Francia e Italia están a punto de aplazar sus compromisos de ajuste para estimular el empleo, muy grave ya en el primer país y el consumo en el segundo. Creen que la política seguida los llevaría a un “austericidio”. Lo que no saben es si se les permitirá esa flexibilidad que se extendería a otros países, so pena de ser castigados en las urnas, pues pueda que los electores no entiendan mucho de las sofisticadas teorías, pero si tienen el poder de cobrar los errores.