Editorial

La desigualdad cede, pero lentamente

Nada más difícil que poner a los economistas de acuerdo con las mediciones de pobreza o desigualdad, aquí lo clave son las políticas públicas

Editorial

La pobreza y la desigualdad siguen siendo los problemas más complicados de sortear por parte de las políticas públicas de un gobierno subdesarrollado como el nuestro. El punto de partida es la falta de recursos para poder focalizarlos en el epicentro de la situación que tiene que ver con los ingresos, y más aún, hacerlos permanentes por un lapso prudencial para que las familias o las personas salgan de una mala situación. El problema se mantiene si la focalización de esos recursos se hace a través de subsidios con aires politiqueros y no de la formación en emprendimientos a largo plazo, en una suerte de cliché bíblico: “no le des pescado, enséñale a pescar”.

El Producto Interno Bruto, la tasa de crecimiento, la renta o ingreso per cápita y el desempleo no son indicadores apropiados para medir la desigualdad. Son muchos los casos de países que tienen buenos crecimientos económicos en términos de PIB, pero siguen sumidos en la desigualdad y otros que tienen altos ingresos per cápita o bajo desempleo y la desincronización de ingresos sigue siendo alta.

El indicador más aceptado es el índice de Gini, que utiliza una escala de 0, en donde todos tienen los mismos ingresos, a 100, donde todos los ingresos están en una sola persona. La inmensa mayoría de los países están entre 20 y 80, y los latinoamericanos están casi todos en la media de 50. No sobra decir que los países que están en el llamado “club de las buenas prácticas” de la Ocde, son muy igualitarios en torno a 30. El Banco Mundial elabora un estudio cada dos años que diagnostica el estado de la desigualdad en términos de Gini. El último estudio lo presentó hace dos años en 2015, que pone a Colombia en pésimos lugares de segundo en la región con 51. Hay que esperar a los datos de los últimos años para ver la evolución, mientras el Departamento Nacional de Planeación monitorea dicha evolución con base en cifras no oficiales de la Cepal, que también usa el coeficiente. En palabras del DNP, “históricamente, Colombia se ha caracterizado por ser uno de los países más desiguales del mundo. En 1996, según el Banco Mundial, entre los países del mundo figuraba como el tercer país más desigual, con un Gini de 56,9. El promedio del índice de Gini de la década de los 90 para Colombia fue de 56,3 y el de la década de 2000 fue de 56,0. En 2016, según el Dane, el Gini fue de 51,7 (...) Según los datos de la Cepal de 2016, Colombia era el séptimo país más desigual de la región, gracias a una reducción significativa en el índice que le permitió mejorar cuatro posiciones entre sus pares en seis años”, pero son cifras no oficiales.

Es de resaltar que la desigualdad cede, pero a paso muy lento. Entre 2010 y 2016, Colombia fue el tercer país que más avanzó en reducir la desigualdad, luego de Uruguay y Ecuador. Pasó de un índice de Gini de 55,7 a uno de 51,7, un cambio de cuatro puntos porcentuales, según datos de la Cepal. Y en términos del Banco Mundial, “el avance es aún más claro: entre 2010 y 2015, Colombia fue el país que más redujo la desigualdad en la región, pasando de un índice de 55,5 a uno de 51,1, un cambio de 4,4 puntos porcentuales”. Pero estos datos se deben palpar más en la realidad de la pobreza, está claro que hay problemas estructurales que deben estar en la agenda económica y de desarrollo de los candidatos presidenciales, que están obligados a hacer propuestas audaces en este sentido, que dicho sea de paso es la raíz de los conflictos.

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