La discusión más importante del año
viernes, 12 de septiembre de 2025
Como en una buena compañía del sector productivo, en septiembre se sustentan presupuestos y planes de inversión, expansión y crecimiento, el Gobierno debería asumirlo tal cual
Editorial
Ninguna entidad pública y privada trabaja sin dinero, y menos aún, sin un plan de inversión, crecimiento y expansión para cada año, por lo general, en el noveno mes del año en casi todas las empresas y en los países de la Ocde, se discuten los presupuestos e impuestos, es decir, cómo se va a gastar el dinero que va a ingresar.
El Presupuesto General de la Nación, que es una ley, y las propuestas de nuevos impuestos, son dos componentes fundamentales de la política fiscal y de la gestión económica de un gobierno. Por tanto, el proceso de formulación, presentación, debate y aprobación del Presupuesto Nacional, y las reformas tributarias con que se financiarán, no deben asustar al país, pues son eventos recurrentes en democracia que ponen a prueba los tres poderes, el Ejecutivo, diseña y propone; el Legislativo, estudia y aprueba; mientras que el Judicial, revisa y observa la constitucionalidad del evento periódico.
Claramente, es un evento anual porque las necesidades, condiciones políticas, económicas, sociales, son cambiantes, requiere ajustes y acondicionarse a los imperativos de la inflación, el crecimiento, el déficit, las necesidades sociales y otros factores externos. Un país es un ente vivo que requiere comunicación, discusión y concordancia para poder progresar.
Con la necesaria discusión anual del Presupuesto, no solo el Gobierno Nacional rinde cuentas a todos los ciudadanos -no solo a los electores- sino a la banca multilateral, a las firmas calificadoras de riesgo y a los necesarios inversores. Los presupuestos, más los impuestos, son herramientas definitivas para formar la economía de un país; estimulan el crecimiento, controlan la deuda, financian inversiones en servicios públicos y de alguna manera redistribuyen la riqueza. Colombia no puede dejar que el diseño, presentación y discusión del presupuesto se haga de Casa de Nariño para adentro que no llegue al Congreso o que este no discuta las propuestas de inversión y financiación, máxime cuando el dinero es público y debería ser menester de todos los colombianos participar en su diseño.
“Lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta”, reza el adagio popular, de allí a que no se está discutiendo un Presupuesto ajeno a los ciudadanos, se discute qué se va a hacer con los impuestos en todas sus variaciones: IVA, renta, complementarios, etc. A última hora, el ministro de Hacienda, Germán Ávila, anunció que va a recortar en $10 billones del Presupuesto General de la Nación de 2026, por tanto, la reforma tributaria propuesta vuelve a un punto de partida, no de $26,3 billones, sino de $16 billones.
Ciertamente, es una manera de construir el necesario consenso entre los actores económicos, pues los impuestos no deben imponerse en momento de polarización, sino de concertarse entre el sistema productivo y los siempre pagadores de las tributarias como son los empleados formales, base de los declarantes de renta.
No es que el Gobierno Nacional haya dado su brazo a torcer, como puede interpretarse, es una cuota inicial de un proceso tributario que es muy necesario en lo que tiene que ver con las plataformas digitales de transporte, de juegos, de renta de casas y apartamentos, y otras nuevas tendencias de negocios que prosperan en medio de las elusiones o evasiones.
Ojalá la nueva base tributaria no le cargue a los mismos de siempre, sino que amplíe la base de nuevos sectores agazapados en las nuevas tecnologías.