Editorial

La economía colombiana y la naranja mecánica

El Dane reveló las cifras que aporta la economía naranja a las cuentas nacionales, pero más allá de hacer brillar los resultados se debe considerar industrializarla o mecanizarla

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Los años 70 llegaron como una tromba al mundo académico, intelectual, económico y político, eran una suerte de sucesos marcados por la resaca o guayabo del fin de los locos años 60 marcados por el anhelo de libertad y ruptura de reglas. Una de las películas icono de la época fue la producción de ciencia ficción titulada, Naranja Mecánica (Clockwork Orange), dirigida por Stanley Kubrick, basada en la novela de Anthony Burgess. Sin más detalles, su personaje protagónico, Alex DeLarge, era metódico en su mundo de la delincuencia que rima con el castigo al que es sometido por las autoridades: la rehabilitación conductista del método Ludovico, que consiste en enfrentar el pasado desde una nueva conducta social condicionada. Desde ese momento, la película es todo un clásico por la adaptación del guión, por la música y la estructura semántica que maneja. Al punto que tres años más tarde en medio del Mundial de Fútbol de Alemania 74, al equipo revelación Holanda se le denominó la “naranja mecánica”, no solo por su camiseta de color anaranjado, sino porque rompió con los esquemas de juego establecidos hasta ese momento. Mecanizaba los pases, los ataques y los cierres a los contrarios, una suerte de mecánica de juego inédita hasta ese momento. Moraleja: hay que mecanizar los aprendizajes para que puedan volverse industriales y medir los progresos.

La anécdota viene a colación porque el presidente, Iván Duque, ha sido un abanderado de la economía naranja, un concepto que nada tiene que ver con la naranja mecánica de Kubrick ni mucho menos con la de Johan Cruyff. La economía naranja de Duque se refiere más a las industrias creativas expuestas por John Howkins que ven en las ideas una herramienta de desarrollo económico. Son muchos los sectores económicos que se han apoderado del concepto de incubar ideas disruptivas para mejorar procesos productivos. El problema es que en Colombia la idea de economía naranja del Presidente se ha difuminado en todos los ministerios y cualquier cosa es susceptible de convertirse en naranja, sin el método, los protocolos o la mecanización de Kubrick o de Cruyff. No todo es economía naranja, ni todo puede ser tratado como industria creativa.

Para allanar el camino, el Dane por sugerencia del Presidente ha entregado las únicas cifras reales y cuantificables que se saben sobre el eventual desarrollo de una economía naranja en Colombia. Dice el organismo que genera 282.566 empleos en el país y que corresponde a 1,8% del valor agregado. En su Primer Reporte de Economía Naranja (2014-2018), el Dane plantea que si bien hay 101 actividades que se relacionan con esta área, 32 las que se incluyen totalmente en este campo: “el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”. La agrupa en tres grandes áreas: artes y patrimonio, industrias culturales y creaciones funcionales. Esto quiere decir que 1,8% de las empresas del país son de economía naranja; de estas 89,10% se relaciona con servicios y 10,90% con industria manufacturera. Un gran avance, ahora dentro del Ejecutivo se debe definir una hoja de ruta que lleve estas industrias creativas a mecanizar su creciente aporte a la economía.

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