Editorial

La historia de la Séptima es la misma del metro

Gráfico LR

La Séptima quizá es la calle más importante de Colombia, una carrera que une norte y sur en Bogotá y por la que mueven los influyentes, pero que sigue siendo un “camino” caótico

Editorial

Son muchos los factores que explican el atraso vial de Bogotá si se compara con otras grandes capitales, e incluso, con ciudades secundarias colombianas como Medellín, Cali o Barranquilla.

El primero es que es una ciudad sin dolientes, carente de ornato y turismo, desarrollada o moldeada a golpe de taxis, camiones y buses. No existen andenes en buen estado, los peatones son “sobrevivientes” del frenético andar de los carros, motos y bicicletas, además de la delincuencia campante.

¡No se puede andar! No hay un plan de readecuación o rediseño de arterias que interpreten la capital de hoy; la ciudad de 15 minutos que todos buscan no existe y todo está diseñado para más carros, motos, bicicletas, pero nada sostenible con parques, espacios públicos y calles verdes.

Es una ciudad en la que todo se derrumba: Transmilenio fue una buena solución de movilidad pero colapsó por su propio éxito; las ciclorrutas fueron un gran avance, ahora son territorios de anarquía; mientras tanto, los peatones -que deberían ser los más importantes de la movilidad- no tienen espacios sanos para moverse con seguridad.

¡Es una auténtica Ciudad Gótica! Quizá la vía más emblemática desde el siglo XIX es la carrera Séptima que ha unido el norte con el sur, conectando muchas universidades, el centro financiero, el centro internacional, los mejores hoteles, museos, la Casa de Nariño, el Palacio de Justicia, el Congreso y hasta el Parque Nacional.

Hay novelas, poemas, crónicas, de todo sobre la Séptima, menos modernización; los constructores le han mordido al espacio público, y los pocos andenes son caotizados por miles de vendedores ambulantes que tienen privatizados los corredores peatonales y las entradas a las entidades públicas y comercios.

Y si se adentra más al centro del Distrito Capital, el panorama es más aterrador, cual ciudad zombi, conviven vendedores ambulantes, indigentes, ciclistas, atracadores, desempleados y uno que otro despistado que no encuentra salida a tal caos.

Son varios los tramos de la Séptima que los une el caos: entre el centro y la 26 es el imperio de los vendedores e indigentes; entre la 26 y la 72, opera la nación anárquica de los buses, moteros, taxistas y ciclistas; de la 72 hasta la 100, abundan escoltas, transmilenios y camiones que suben a La Calera, y de la 100 en adelante hasta convertirse en una vía departamental o nacional, es un auténtico muladar marcado por los huecos, ninguna demarcación y paraderos informales.

Pero lo más desesperanzador es que son los mismos habitantes de Bogotá que llevan décadas oponiéndose a mejorar esta importante vía que es la vitrina del país. La Séptima corre la misma suerte del metro de Bogotá, una clase política oponiéndose de manera mezquina, para ver cómo se beneficia de los contratos, y unos empresarios inconscientes a quienes no les importa nada de lo que allí sucede.

Como era de esperarse, el Corredor Verde diseñado por la actual Alcaldía Mayor ha sido suspendido por el juez 35 administrativo, quien de manera absurda ordenó parar la licitación, luego de haber estudiado una acción popular presentada por dos ciudadanos interesados a comienzos de septiembre. Ojalá los candidatos a la Alcaldía Mayor se comprometan a entregar una nueva Séptima que interprete más al país que es Colombia y sea un monumento a la sostenibilidad de los bogotanos.

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