Editorial

La importancia de las calles peatonales

Colombia es un ejemplo de ciclovías, una filosofía que debe crecer en función de la calidad de vida en las ciudades.

Más allá de la inseguridad creciente y la violencia crónica, la peor dolencia urbana en Colombia tiene que ven con los trancones, tacos o atascos de vehículos. La perdida de competitividad en las grandes ciudades radica en la cantidad de tiempo empleado en cortos desplazamientos de la casa a la oficina y viceversa. Capitales como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla y muchas ciudades intermedias viven un verdadero S.O.S. en materia de movilidad que para solucionarlo amerita millonarias inversiones en infraestructura, sistemas masivos de transporte públicos y reconfiguraciones en los planes de desarrollo en los que se ubiquen mejor las zonas residenciales, industriales, universitarias, laborales y comerciales.

Todos los gobiernos locales tienen buenas intenciones y en sus discursos describen en detalle sus sueños de ciudades con calidad de vida, pero pasa el tiempo y las nuevas generaciones son condenadas al estrés urbano que genera vivir en ciudades que no piensan en la calidad de vida de sus habitantes y que por el contrario se diseñan cada vez más en función de los intereses de los comerciantes o de los vehículos como objetos vitales. Habitamos metrópolis a merced de su `majestad el carro`: parqueaderos, combustibles, autopistas, financiaciones, nuevos modelos, etc. Somos esclavos de la movilidad particular, no de la general.

Hace ya varias décadas en Bogotá se abrió paso la decisión gubernamental de cerrar todos los domingos algunas arterias fundamentales para la movilidad y convertirlas en ciclovías o espacios peatonales en donde la gente pudiera salir a caminar, correr, pasear con sus mascotas o montar en bicicleta. La decisión cívica se convirtió en cultura que rápidamente fue imitada en otras ciudades, al punto que hoy en día esos espacios son una actividad convertida en marca distintiva de Colombia.

Ahora, la Alcaldía Mayor de Bogotá ha decidido convertir un buen tramo de la Carrera Séptima en una vía peatonal, una nueva acción que es sin duda alguna una etapa más de las exitosas ciclovías. No solo Bogotá, sino Medellín, Cali y Barranquilla necesitan nuevos espacios por donde los peatones puedan andar, vivir la ciudad sin el temor de ser atropellados, y lo que es mejor, puedan mejorar su calidad de vida, su contacto con la gente, su espacio urbano. Así como nos preocupamos para que las ciudades cuenten con vías, parqueaderos y autopistas, debemos preocuparnos por la gente que no tiene vehículos y por ese tipo de espacios que refundan los cascos viejos de las ciudades desarrolladas que piensan en sus habitantes. Ciertamente los comerciantes de afectan en un comienzo, pero luego cosecharán los frutos de esta acertada decisión.