La inflación empieza a ceder, ahora las tasas
martes, 8 de octubre de 2024
La meta del Gobierno de una inflación de 5,5% al final de este año empieza a hacerse realidad; ahora la pelota está en terreno del Emisor, que logre que el consumidor sienta la realidad
Editorial
La inflación anualizada a septiembre se ubicó en 5,81% y las tasas de interés aún están en dos dígitos, 10,25%. La expectativa del Ministerio de Hacienda es que el Índice de Precios al Consumidor, al 31 de diciembre, esté en un máximo de 5,5%, casi punto y medio por encima de la meta techo histórica del Banco de la República de 4%, que como van las cosas, podrá verse antes del segundo semestre de 2025, eso si las condiciones del mercado se mantienen, el clima ayuda y la Superintendencia de Servicios Públicos, logran reenfocar el costo de la energía, el gas, el agua, y todos los demás servicios públicos. La inflación no solo es el llamado impuesto de los más pobres, quienes deben pagar transporte, alimentos, alquileres, ropa y servicios más caros, pues todo sube, menos sus ingresos, sino que socava el consumo, pues deteriora la confianza del consumidor, quien frena sus compras por los altos precios y se abstiene de comprar a crédito por las altas tasas que tienen los bancos.
Si se logra que la inflación cierre a la baja, como está sucediendo, y que el próximo año las cosas funcionen en materia de mantener el poder adquisitivo, el próximo año a la vuelta de la esquina será memorable en términos de reactivación plena del consumo y, con ello, del crecimiento económico que se prevé en 3% entre los más pesimistas.
Este 2024 termina con una franca reactivación de la economía, que cerrará más cerca de 2% en el PIB, una inflación en torno a 5,5% y unas tasas de intervención del mercado cercanas un dígito. Los fundamentales dictan un buen cierre, no excelente, el logro del Gobierno Nacional es poner a andar el llamado Pacto por el Crédito que suscribió con el sistema financiero para que se den tasas más competitivas entre los bancos y más baratas para los cuentahabientes, sin afectar la cartera a niveles de alarma; nadie quiere que se dé una burbuja en la que todos se endeuden, pero no haya manera de pagar créditos baratos.
No se puede olvidar que Gobierno y bancos desmontaron las temidas inversiones forzosas acordando incentivar préstamos en algunos sectores específicos. Si la inflación empieza a ceder, como la realidad macroeconómica lo dicta, hay que ejecutar dos tareas: la primera, frenar con castigos ejemplares la especulación y el contrabando en donde se empiece a notar la reactivación, y segundo, poner mayor esfuerzo en aumentar la confianza de los cuentahabientes.
Muy pocos carros y casas se están vendiendo porque la gente está cargada de incertidumbre, no solo porque el dinero estaba caro, sino por la desesperanza de país al observar que el orden público sigue deteriorándose sin que las fuerzas militares ni la justicia hagan su tarea de garantizar seguridad y bienestar. No solo se trata de dinero barato, las familias deben sentirse seguras para poder hacer planes de comprar un carro o una casa.
Hablar de reactivar la construcción, el agro o el turismo, tiene que ver con seguridad, con trabajar para disminuir la incertidumbre. Pocas personas se arriesgan a comprar un carro nuevo o a invertir en una nueva vivienda si las condiciones de orden público no están dadas; mucho menos viajar a los parajes naturales, pueblos patrimonio o ciudades comerciales del país, si las calles y carreteras son un polvorín. De nada vale la plata barata y la caída de los precios, si las personas no se sienten seguras.