Editorial

La mala hora de las aerolíneas de bajo costo

Mercado Aereo

Algo muy grave está sucediendo en el sector aeronáutico, pues en solo cuatro semanas dos empresas aéreas han salido del mercado, dejando a miles de pasajeros varados

Editorial

Un país como Colombia no se puede dar el lujo de dejar desaparecer en menos de un mes a dos de las aerolíneas de bajo costo que habían querido forjar un mercado necesario. A diferencia de otros países de la región, Colombia está compuesto por grandes ciudades interconectadas con Bogotá.

Entre la capital y ciudades como Cali, Medellín, Barranquilla, Cartagena y Bucaramanga, hay más de 25 vuelos en promedio al día en cada trayecto, tráfico que genera una sana dinámica y una alta competencia en precios, pues en el país operan compañías como Avianca, Latam, Wingo, ahora JetSmart, hasta hace unas semanas Viva Air, y hasta ayer Ultra Air, éstas dos últimas desaparecidas sin que el Gobierno Nacional les diera alguna esperanza de sobrevivencia.

Es cierto que los costos fijos de operación, tales como gastos en personal, combustibles, alquileres e impuestos de los aeropuertos, han ido subiendo asfixiando a las empresas aéreas de todo el mundo, sumado a que muchas no supieron reinventarse tras la crisis de la pandemia, lo que las puso en jaque hasta ver comprometidas sus existencias.

Una cosa bien distinta es la situación coyuntural de las aerolíneas y otra bien diferente la situación particular del país. Si bien es un mercado competido, de altos costos, bajos márgenes y que requiere gran músculo financiero, Colombia sí necesita que operen en sus aeropuertos aerolíneas que brinden un buen servicio, pues viajar por carretera entre Bogotá, Cali o Medellín no es opción, no solo por la inseguridad reinante, sino por las grandes distancias que se deben recorrer, el mal estado de algunas vías y los elevados costos, igual, de los combustibles y los peajes.

Por lo que viajar en avión dejó de ser un lujo para convertirse en una necesidad en un país que adolece de una infraestructura que lo haga competitivo en sus desplazamientos para hacer negocios o disfrutar del turismo.

No debe pasar desapercibido el dato de que en solo unas semanas hayan desaparecido dos aerolíneas, el marzo que llega a su final se ha convertido en un auténtico cementerio para las empresas de bajo costo, dejando en su acta de defunción miles y miles de pasajeros varados para la próxima Semana Santa.

Colombia ha mejorado notablemente sus aeropuertos más emblemáticos y algunos en las regiones, pero no ha logrado tener reglas claras de competencia para las empresas aéreas, para que no se concentren en vender tiquetes baratos sino en prestar un servicio de óptima calidad.

En esta situación deben intervenir los organismos de control y vigilancia que no solo defiendan de los abusos a los consumidores, sino que obliguen a los socios y accionistas de las empresas a responder por la prestación de sus productos y servicios.

Nuevamente, la pelota está en el terreno del Ministerio de Transporte, que tiene bajo su responsabilidad a la Superintendencia de Transporte y la Aeronáutica Civil, entidades públicas que deben velar por el buen funcionamiento del mercado.

Los filtros de entrada a este negocio no deben ser laxos por seguridad nacional y por el bienestar de los consumidores, al tiempo que deben exigirles a quienes se queden con las rutas dejadas por Viva y Ultra, máximo compromiso con el país; esto no puede ser un experimento de emprendedores sin financiación ni experiencia que buscan abrir negocios sin el músculo financiero y la responsabilidad social que obliga a las empresas de movilidad aérea.

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