Editorial

La Ministra actúa como la pobre viejecita

El Gobierno nacional no puede condenar a su gente a vivir sin petróleo y gas, muy a pesar de tener esos recursos naturales, es una ironía en un país lleno de precariedades económicas

Editorial

Diario La República · La Ministra actúa como la pobre viejecita

A todo colombiano educado en el siglo pasado le viene a la memoria el poema de Rafael Pombo, “La pobre viejecita”, que decía: “Érase una viejecita. Sin nadita que comer, sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez. Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café, y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber (...) Se murió del mal de arrugas, ya encorvada como un tres, y jamás volvió a quejarse ni de hambre ni de sed. Y esta pobre viejecita al morir no dejó más que onzas, joyas, tierras, casas, ocho gatos y un turpial. Duerma en paz, y Dios permita que logremos disfrutar las pobrezas de esa pobre y morir del mismo mal”.

Todo un canto a la ironía que contrasta la riqueza y la abundancia material de una persona, con su actitud de pobreza penitente. El cuento viene a colación porque el Gobierno Nacional, a través de su ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, está asumiendo el papel de “La pobre viejecita”, que vive en un país lleno de recursos naturales, pero vive quejándose de la desigualdad, las necesidades, el hambre, la miseria, la precariedad en las infraestructuras, el calentamiento global, todas esas lacras que atentan contra el desarrollo de las personas, pero no hace nada para mejorarlo, reparar, ni explotar -de manera sostenible- los recursos con que ha sido premiado el territorio colombiano.

No es posible que a pesar de ver cómo las reservas de petróleo y gas se reducen año a año, menos de ocho años, no hagan nada para reparar esa necesidad, por abrir nuevas licitaciones o bloques de exploración y explotación de hidrocarburos que garantice el suministro de combustibles a los colombianos para que puedan movilizarse o cocer sus alimentos de manera barata.

La administración nacional no puede darse el lujo de contar con grandes riquezas de petróleo y gas y negarse a explotarlos por un simple sesgo ideológico que en nada ayuda a solucionar el problema más grande que tiene el país, que no es otro que sacar a 21 millones de colombianos de la pobreza, y entre ellos a 7 millones de la miseria.

Puede ser incapacidad de gestionar los problemas nacionales o vivir en una dañina dicotomía social que contraponen las ideas políticas versus el progreso y desarrollo, y siempre apostarle a la queja y el lamento más que a las soluciones concretas.

El calentamiento global causado por la destrucción de la naturaleza y la enorme huella de carbono de cada ser humano es una realidad inocultable en todos los países, pero más grave que eso es no solucionar los problemas de subsistencia de sus compatriotas muy a pesar de tener los recursos y conocer las soluciones.

La Ministra no puede condenar a todos los colombianos a tener que importar petróleo o gas, menos a traerlo de Venezuela; según la Agencia Nacional de Hidrocarburos en su esperado “Informe de reservas y recursos contingentes de hidrocarburos de Colombia”, hay un preocupante balance negativo en términos de gas natural y petróleo; a la luz de los datos de casi 500 campos petroleros a corte del pasado 31 de diciembre.

Es imperdonable que un país lleno de riquezas naturales, en medio del conocimiento sobre sostenibilidad y novísimas teorías de administración empresarial acuda a dejar bajo tierra sus minerales e hidrocarburos porque es incapaz de hacer explotaciones modernas y responsables. Yerra la Ministra con su actitud ideologizada frente a unos bienes que son de todos los colombianos. El Presidente tiene la última palabra frente a esta coyuntura.

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