Editorial

La nueva economía más allá de café y petróleo

<p>Colombia se debe creer el cuento de que necesita&nbsp;un compromiso de todos para pasar del café y petróleo a la nueva economía.&nbsp;</p>

En el Primer Congreso Empresarial Colombiano, realizado durante la LXXII Asamblea de Andi, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, dio más luces de lo que para él es la nueva economía, un concepto que ha venido promocionando desde hace algunos meses y que ha generado muchas expectativas entre los empresarios. Cuando se habla de “nueva economía” automáticamente vienen a nuestro imaginario todo lo que tiene que ver con la red de redes, la economía naranja, las tecnologías de punta y lo que se basa en la otrora llamada informática o sistemas. Pero para el Ministro es un poco de todo eso y de mucho más, que por ser tan etéreo corre el riesgo de quedar en nada. Solo un planteamiento como muchos. No se puede hablar de nueva economía y no sentar las bases de un verdadero desarrollo tecnológico que llegue a todos los rincones del país. Es el mismo error que se comete cuando se habla de infraestructura y automáticamente se forme la idea de puentes, carreteras, asfalto y demás obras civiles, pero nunca se piense en los redes eléctricas o sistemas computacionales. Nos quedamos siempre cortos en todos los planteamientos y carecen de marcos teóricos que brinden soportes sólidos. La nube es el tema actual cuando se habla de nueva economía en cualquier país del mundo, pero aquí hablamos de esas cosas y todavía se caen las llamadas desde teléfonos móviles y hay muchas regiones en donde aún no hay Internet, incluso, no hay energía.

Desde la década de los años cincuenta, hasta bien entrados los años ochenta, la economía colombiana era muy rural bajo la estructura cafetera y con buenos soportes industriales. Entre los años noventa y el primer lustro de los 2000, nos creímos petroleros y encaminamos muchas políticas públicas en esa línea, olvidando de tajo que una cosa es ser petrolero y otra muy distinta tener petróleo, e hicimos depender todas las decisiones gubernamentales basadas en los precios del crudo. Y en 2013 cuando comenzó la debacle de los precios nos dimos cuenta que no éramos cafeteros ni petroleros. Ahora, en medio de la segunda década del tercer milenio, que necesitamos vocaciones ciertas, llegan las palabras mágicas de la nueva economía, que para creerlas ciertamente debemos tener las condiciones de educación, infraestructura y financiación necesarias para ser una realidad.

La nueva economía es un buen camino para solucionar el limbo en que se vive por estos meses. Para que los empresarios colombianos asimilen este nuevo concepto se debe trabajar muy duro en los marcos necesarios, de lo contrario, todo será un artilugio o cortina de humo para no hablar de los temas verdaderamente necesarios. Colombia se debe creer el cuento de que necesita un motivo, un compromiso de todos para pasar del café y petróleo a la nueva economía con todos sus componentes de desarrollo.