Editorial

La rebelión cafetera no tiene sentido

Hay que explorar sistemas de mercado para financiar la compra de las cosechas o asegurarlas por la banca multilateral.

Si la política agrícola tiene norte, la rebelión contra el aumento en la contribución cafetera no debería tener futuro. No porque el respaldo de 500 o mil personas, que dicen tener sus promotores, lo harían un grupo políticamente débil para cambiar una decisión que votaron los delegados de 550.000 familias cafeteras en el congreso anual del gremio en 2011, que a su vez fueron elegidos con 221.000 votos. Sino porque aún si aumentaran los adherentes al movimiento, los argumentos que tienen los rebeldes para batir la propuesta en el Congreso son bastante flojos.

Es cierto que las condiciones de precios para los caficultores han desmejorado, pero estamos lejos de una situación de quiebra sectorial. El contrato C, que es la base para la cotización para el café, bajó 38% desde su máximo de US$3,04 por libra en mayo de 2011, a US$1,88 esta semana. Pero para poner la cifra en contexto hay que recordar que la cotización de mayo estuvo apenas 3% por debajo del precio más elevado que se ha registrado en toda la historia cafetera, en 1997. Ademas, que el precio actual es casi cinco veces mayor a los US$0,41 por libra, que fue la cotización más baja registrada en la crisis cafetera de 2001 y 2002.

Los caficultores de mayor tamaño habrían sufrido una reducción en sus márgenes por cuenta del aumento de 5,8% en el salario mínimo, si se considera que el costo de mano de obra es sustancial en la caficultura. Pero cuántos de los 180 empresarios que, de acuerdo con la Federación de Cafeteros, tienen cultivos con más de 100 hectáreas o de los 20.000 que tienen más de 5 hectáreas, pagan el mínimo y todas las prestaciones a todos sus trabajadores.

Para quienes no pagan prestaciones, el margen no ha disminuido por cuenta de los costos de mano de obra. El pago por recolección, que puede ser hasta el 50% de todos los costos, se ha mantenido igual en el último año. También es cierto que por el salto en los precios del petróleo, algunos agroinsumos han aumentado su precio, pero no ha sido un crecimiento generalizado. La Federación tiene más argumentos para defender el aumento. Cuando se estableció la contribución de US$0,06, esta valía el 10% del precio al caficultor. Hoy, por el efecto combinado de la revaluación y aumento de los precios equivale al 3% del precio.

El Minhacienda quiere que los cafeteros sean empresarios, lo que implica que cubran sus costos, sin depender de subsidios con cargo a los contribuyentes. Con esa posición también está de acuerdo el Ministerio de Agricultura, tan renuente en general a quitarles las redes de protección a los productores. El valor de la cosecha cafetera esta cerca de los $5 billones. Para compararla, en la actualidad, la contribución cafetera aporta $80.000 millones y la Nación, $240.000 millones. No parece haber muchos argumentos para que se privilegie el crecimiento del gasto público en café.