La reforma se quedó huérfana de incentivos
miércoles, 10 de agosto de 2022
La reindustrialización brilla por su ausencia en el articulado de la tributaria radicada en el Congreso, hay más medidas que aburren a los inversionistas que mecanismos atractivos
Editorial
La tributaria que hace trámite en el Congreso aún tiene muchos cabos sueltos y hay gran expectativa por lo que pueda convertirse una vez los representantes y senadores empiecen a reunirse con los gremios y se activen toda clase de foros, desayunos, conferencias, almuerzos y reuniones en torno a su articulado, que es bastante corto, solo 69 artículos que impactan directamente a pocos contribuyentes, pero se expanden indirectamente al grueso de los actores económicos.
La justificación de motivos es bastante seductora fiel a la línea expuesta por el Presidente en campaña, una suerte de ideas ‘robinhoodnianas’ de quitarles a las personas de los altos salarios y gran patrimonio para derramarlo por medio de subsidios y políticas públicas asistencialistas a las personas más necesitadas. Y hacer que las empresas contribuyan con lo que tengan que pagar en realidad, sin tener gabelas para invertir y generar más empleos formales.
Más que una reforma dura, bien se puede tachar como realista en términos tributarios, que tiene cero zanahorias y una buena dosis de garrote para muchos sectores que habían elaborado sus modelos económicos basados en el complejo mundo tributarista expresado en elusiones, exenciones, deducciones y demás palabras de moda por estos días de impuestos. Petro, Ocampo y Reyes -presidente, ministro y director de la Dian- deberán responder preguntas muy concretas que vayan más allá de la exposición de motivos y de los alcances de cada uno de los menos de 70 artículos.
Por ejemplo: ¿qué incentivos tiene el proyecto de ley para invertir en Colombia? ¿por qué algún colombiano debería soñar con alcanzar un patrimonio de unos $3.000 o $5.000 millones si esto le generaría impuestos, además de lo que acarrea tener riqueza en un país tan inseguro? ¿cuántos empleados quieren saltar a un salario de dos dígitos ($10 millones) si su renta aumenta? ¿habrá algún empresario, grande, pequeño o mediano que quiera meter su dinero al sol y agua en el sector agropecuario? Y dos cuestiones fundamentales: se ha hablado mucho por parte de los autores de la reforma tributaria de reindustrialización, ¿cómo piensan llevarla a cabo golpeando a quienes saben hacer industrias?
Finalmente, ¿para dónde va el dinero de esta reforma tributaria, si el Estado sigue creciendo en burocracia? Los tres últimos presidentes, en lugar de recortar gastos, se han inventado más ministerios simplones, tan inoficiosos a los que es difícil encontrarles jefes de cartera idóneos para desempeñar objetivos que ejecutaban oficinas como Coldeportes, Colciencias o el Departamento de Prosperidad Social.
El Congreso deberá hacer la tarea constitucional y mejorar la tributaria; debe nacer del legislativo mejorar las carencias que hoy tiene el articulado de la tributaria, una de ellas, aportar nuevos incentivos para que las personas naturales y jurídicas tengan el plan a mediano plazo de invertir, crecer, exportar, generar nuevos empleos formales. Una tributaria bien estructurada no solo se basa en el monto de recaudo de impuestos, piensa también en organizar la casa, mejorar el sistema de pago, simplificar, digitalizar y hacer que más contribuyentes tengan como objetivo pagar impuestos.
La actual corresponde a un proyecto que no genera polémicas en las clases populares o de menores ingresos, que sincera el pago de tributos para las empresas, pero que les niega a los inversionistas su sueño de hacer empresas, amasar un patrimonio y crecer en medio de garantías tributarias. Menos mal, y siendo optimistas, la discusión es larga y todo se puede mejorar.