Editorial
La Selección y otros propósitos nacionales
sábado, 13 de julio de 2024
Está claro que solo el fútbol une a Colombia y que gane la selección es el propósito nacional, pero ¿qué otros propósitos de bien común debe tener un país huérfano de grandes victorias?
Editorial
Solo el fútbol tiene el poder de unir a los colombianos en torno a un gran propósito nacional: ¡ganar la Copa América! Sucede de cuando en cuando que de La Guajira al Amazonas, en cada rincón del país, se escuche una música alegre que convoca a la unión, camisetas amarillas, rojas o azules, que curiosamente muestran el tricolor de la bandera; toda una amalgama de expresiones que se convierten en piedra angular en la búsqueda de un triunfo deportivo, que ayuda a que las ventas aumenten, que todos los colombianos pasen una tarde o una noche de socialización y felicidad; es una suerte de bálsamo refrescante de una dura realidad signada por las tragedias naturales, el deterioro del orden público, la pobreza, y toda una batería de precariedades que se olvidan cuando un grupo de muchachos de todas las regiones salga al campo de juego para buscar unos goles que hagan gritar al país.
No hay un propósito nacional distinto que la Selección, y ese es un grave error, pues debería haber más de esos sentimientos de fraternidad que unen al país. Pudo, en su momento, ser la paz, el fin de los conflictos internos, la evaporación de las guerrillas, el final del narcotráfico o algo más complejo y etéreo como la construcción de un futuro mucho mejor.
El gran problema de los actores sociales, las fuerzas vivas, los líderes nacionales, es no poder lograr “propósitos nacionales que unan a todo el país”, o por lo menos, a las mayorías. Otros países tampoco tienen claros dichos propósitos, pero sí comparten anhelos, objetivos, metas megas o simplemente políticas de Estado que saben cumplir.
La Colombia de hoy (sacando a la Selección) no tiene grandes propósitos; es un país de acciones individuales y en algunas regiones más que en otras, fuertes corrientes de actitudes caníbales, que impiden cualquier iniciativa que vaya en contra o atente a los intereses particulares. En casi todos los problemas crónicos del país, el viejo mantra social y dogma legal de que los intereses generales se superponen a los individuales, no se cumple, por el individualismo crónico, que a su vez explica las altas dosis de corrupción, de robo del erario y el poco avance en la disminución de las precariedades.
Colombia no es la Selección de Fútbol, ni lo son las canciones que invitan al goce, ni la camiseta amarilla o los pitos de los carros que se suman al jolgorio, es eso y mucho más; es una entidad superior invisible que logra o consigue hacer cantar, saltar, vibrar, es un ente superior, una magia que hoy requiere unión en torno a ideales u objetivos más profundos: bajar la pobreza de unos 15 ó 17 millones de colombianos a menos de un dígito, para lo cual hay que crecer la economía, generar empleos formales, crear empresas, atraer más inversiones y pagar los impuestos justos.
Claramente, un buen propósito es vivir mejor, con menos carencias y más necesidades básicas satisfechas, pero para ello hay que tener un sentido social de acciones encaminadas a dicho logro. Solo el libre mercado, la eficiencia del Estado, las reglas claras, la seguridad total, permiten que la pobreza se reduzca y menos colombianos vivan con menos de un dólar al día. Hablar de los estragos de la falta de ingresos es muy fácil, lo que se complica cuando no se tiene una manera de solucionar los problemas y se atacan los propósitos nacionales que muestran el camino del bienestar.