Editorial

La solución está en las cajas de compensación

Pocas economías cuentan con un pilar de derrame de bienestar social como las cajas de compensación que deben jugar un papel más decisivo en la lucha contra la pobreza

Editorial


El gran problema de las economías emergentes es que se han vuelto incapaces de derramar bienestar social en su población; dicho de otra forma, pasar de fuertes crecimientos del PIB a un mejor bienestar o a impactar los índices multidimensionales. El mejor caso es el de Chile que ha sido en esencia un milagro económico sin duda, pero que ha sido incapaz de llevar ese milagro a la realidad de todos sus hogares. Es decir, ha sido un modelo de mostrar en presentaciones de la banca multilateral y de las firmas calificadoras de riesgo por sus altos crecimientos y disparada del ingreso per cápita, durante los últimos 30 años, pero no sucede lo mismo cuando se consulta sobre sus avances en la llamada economía del bienestar.

Ese ha sido el Florero de Llorente de las protestas sociales que han puesto en jaque al gobierno de Sebastián Piñera y que amenazan con volverse males crónicos en el vecindario. La pregunta que deben hacerse los últimos ministros de Hacienda en Colombia -y muchos de los países de la región- es por qué avanzamos en términos macroeconómicos, pero la percepción de pobreza y de incapacidad de acceder a más bienes y servicios crece con el tiempo. Es válido reflexionar sobre la eficacia de los modelos en la reducción de la pobreza y en la generación de empleo formal, respuestas que se encuentran en la débil institucionalidad tributaria y la volátil seguridad jurídica que reclama el sector privado para hacer inversiones a largo plazo. La solución a las necesidades básica insatisfechas de la sociedad que se traducen en bienestar social es la espina dorsal de las economías en desarrollo y la necesaria puesta en marcha de un plan estratégico en ese sentido para el mediano plazo, hoja de ruta que está vinculada intrínsecamente al compromiso con la llamada economía del bienestar que se deriva de una economía formal e institucionalizada.

Colombia desde hace casi siete décadas ha desarrollado un sistema de compensación mediante el cual se derrama bienestar social; se lucha contra la pobreza y se trabaja entre el Estado y privados en mecanismos para mejorar la salud, la educación, el entretenimiento y la vivienda. Esa fuerza institucional está en las cajas de compensación que han sido el vehículo de mostrar de lucha contra la pobreza y en la multiplicación de calidad de vida. Ahora bien, son instituciones de alta reputación que han pasado desapercibidas en su modernización y sobre todo en la ponderación de los servicios que prestan, los cuales se han abierto demasiado poniendo en jaque su verdadera gestión y oficio en la sociedad. Son las instituciones llamadas a jugar un papel más efectivo en la disminución de la pobreza, en la generación de empleo, en la formación y sobre todo en el fortalecimiento de “entidades puente” entre los empresarios y los trabajadores. Ahora que se vienen grandes reformas estructurales, a la vuelta de un lustro, como la pensional, la laboral y otras tributarias, deben estar atentas a jugar un papel protagónico, pues fueron diseñadas hace 65 años y poco o nada han modernizado su papel en una sociedad cambiante que reclama adecuaciones como las nuevas empresas, las formas de trabajo y contratación más la irrupción de la tecnología en la manera cómo adquieren los ingresos de las familias. Las cajas son las solución al derrame de bienestar en la economía, pero también está modernizar sus pesadas estructuras.

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