Editorial

La tasa de usura bajó de 31,44% a 31,16%

No es un cliché decir que la tasa del emisor baja por ascensor mientras la tasa de usura baja por las escaleras, muy lenta la transferencia

Editorial

A nadie le gusta que le fijen un techo a la tasa de usura, incluso ni a los mismos banqueros. La explicación tiene sentido porque al certificar una tasa máxima de préstamos se cierra la banda a la bancarización y se deja a los más necesitados de créditos rápidos en manos de los verdaderos agiotistas que son los “gota a gota”.

Mucho menos le gusta la tasa de usura a los consumidores con tarjetas de crédito, a quienes los bancos les fijan la tasa de consumo con dinero plástico a crédito con base en esa certificación que expide cada mes la Superintendencia Financiera. ¿Y si ni a los bancos ni a los tarjeta-habientes les gusta la tasa de usura por qué sigue existiendo? La respuesta tiene que con los anacronismos en la regulación financiera que aún existen en Colombia y que hacen de nuestro sistema financiero excluyente con los más necesitados de créditos.

La tasa de usura tiene su razón de ser para proteger a los consumidores de tipos de interés muy altos, tal como sucedía en décadas pasadas, pero ahora con la solidez del sistema y la competencia entre grandes grupos nacionales y extranjeros, esa certificación de la entidad de control y vigilancia está obsoleta. El problema está en el tipo de supervisión y control de las tasas, haciendo la observación objetiva de que no hay control de tasas ni puede haberlas, pero sí existe un tipo de vigilancia y certificación, que es una forma subliminal de hacerlo.

Las tasas deberían fluctuar para que las entidades que prestan dinero y expiden tarjetas de crédito pueda competir abiertamente en todos los segmentos de la economía, especialmente en la vasta informalidad. Las entidades de microcrédito tienen cuentas con líneas de préstamos a tasas más altas, pero son bajos montos muy riesgosos; el mismo sistema ha especializado entidades crediticias en estos segmentos que dominan y conocen el modelo de negocio enfocado en la economía informal, pero siguen siendo regulados. El punto es que sin tasa de usura habrá más competencia y será más fácil atacar desde la formalidad a los prestamistas informales o subterráneos que por lo general están ligados al lavado de activos provenientes del narcotráfico y que son generadores de violencia.

El dilema del Ministerio de Hacienda y del Banco de la República, o la ruptura con el grueso de la gente, es que, mientras anuncian con bombos y platillos la reducción de los tipos de interés (4,75%), la tasa de usura, que es la que más afecta a los consumidores, al siempre estar vinculada a las tarjetas de crédito, no baja o lo hace de manera ridícula: el último mes bajó de 31,44% a 31,16%: ¡una reducción de 28,5 puntos básicos¡

Hasta hace pocos meses, la tasa de usura se fijaba cada tres meses y gracias a las críticas se empezó a poner cada treinta días, pero el efecto es mínimo en las cuentas de las personas. Solo se ha visto una reducción de 1,83 puntos porcentuales, casi nada si se compara con el ritmo del ingreso de las familias o la misma variación de precios al consumidor. Es un hecho elocuente que los codirectores del Banco Central tienen un grave problema que analizar sobre la transferencia de sus decisiones al consumidor. Las tasas viene bajando, no se nota el mismo ritmo en la usura y así las cosas en nada va a contribuir a una recuperación del consumo como puntal del crecimiento económico para los próximos meses.

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