Editorial

La tributaria, el presupuesto y su declaración

Es crucial para el desarrollo del país que los colombianos entren en “modo contribuyente” y sincronicen actividades fundamentales para las finanzas personales y las arcas públicas

Editorial

Cuando en los años 80, Ronald Reagan arrancó el mandato en Estados Unidos como presidente número 40, se concentró en cumplir las promesas de campaña, disruptivas en ese momento: reducir los impuestos a las personas y minimizar el tamaño del Estado y sus actividades oficiales. La idea que tenía el equipo económico era reducir el gasto público, bajar los impuestos federales sobre la renta, minimizar el tributo sobre las ganancias de capital, reducir la regulación gubernamental y, lo más importante, subir las tasas para reducir la inflación. Estados Unidos cabalgaba entre el alto desempleo y la máxima inflación. Pero esa es una historia para otro momento. Reagan, en medio de sus discusiones tributarias, dijo algo que viene como anillo al dedo para el momento colombiano: “El contribuyente es una persona que trabaja para el Gobierno, pero sin haber hecho las oposiciones para funcionario”.

Debe haber conciencia generalizada de que Colombia vive y funciona de los impuestos y por los impuestos, que sus ciudadanos contribuyentes pagan y que los habilita a reclamar y exigir inversiones, eficiencia, desarrollo y bienestar -todo para reducir la precariedad-; debe haber sensibilidad verdadera de que es un deber pagar impuestos proporcionales a sus consumos y rentas, las dos únicas fuentes de cobro de tributos a las personas, dicho de otra manera, el IVA y el impuesto a la renta. Bien se puede plantear que después del llamado “Reaganomics”, bajar impuestos y reducir la injerencia estatal sobre la economía, haciendo un Estado mínimo hasta donde sea posible, Reagan abrió una nueva relación entre un Estado tradicionalmente alcabalero y unos contribuyentes cansados de ver subir sus tributos y no ver los resultados en materia de costo de vida, seguridad y bienestar.

Las consecuencias o efectos de las medidas fueron buenos y marcaron una línea de acción tributaria en varias democracias en Europa (caso Gran Bretaña) y en América Latina (caso Chile), el impuesto sobre las rentas de los estadounidenses bajó de 70% a 28%, una fórmula que funcionó y que se sigue aplicando para reactivar economías sumidas en altas inflaciones y creciente desempleo. Pero lo más importante fue que hubo plena conciencia de que los estadounidenses eran sujetos tributarios activos y fue el momento de sincronizar dos cosas clave para una sociedad: la discusión de los presupuestos, es decir la plata que manejan los gobernantes y la modificación de impuestos, como se llama en Colombia, reforma tributaria. En los países desarrollados es ampliamente extendido el debate nacional simultáneo entre la reorganización, rediseño o actualización de impuestos y la discusión de las inversiones y planes consignados en los presupuestos generales. Es decir, la gente sabe para qué obras y cuáles programas está pagando sus impuestos.

Y si a esto se suma la declaración de renta, que es declarar más no pagar, un país camino al desarrollo debe poder discutir constructivamente estos tres pilares: declaración, presupuesto y tributaria. Esos tres asuntos dorsales para cualquier economía son fundamentales para lo que está por venir y ciertamente ser actores activos no pasivos en la discusión de declarar, pagar y exigir obras y progreso a los gobernantes. Ojalá este agosto, con cambio de gobierno, pueda dar luces sobre el asunto.

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Reforma Tributaria - Estados Unidos - Declaración de renta