Editorial

La verdadera dimensión de la Alianza

<p>El trabajo de los gobiernos apenas comienza, y todos los avances se tendrán que ratificar en los congresos.</p>

Sin duda alguna que la Alianza del Pacífico, acuerdo entre México, Perú, Chile y Colombia, es quizás el hecho más importante de los últimos tiempos en materia de la integración latinoamericana; sueño ancestral desde el mismo libertador Simón Bolívar, y en ese sentido hay que abonarle el esfuerzo al presidente Santos, al igual que a los gobiernos de los otros tres países.  Así, la Alianza reviste una especial relevancia y es una demostración al resto del mundo de que es posible unir esfuerzos en nuestra Suramérica para presentarse como un bloque político y económico con capacidad de interlocución en cualquier escenario internacional.

Los cuatro miembros del bloque tienen características especiales que merecen resaltarse: son economías con modelos similares en cuanto a manejo de los mercados, dando garantías similares para el desarrollo de la iniciativa privada, y entre los cuatro le dan cobertura a la región, pues específicamente México hace parte del norte, Perú y Colombia del centro, y Chile del sur; cada uno de ellos con sus propias idiosincrasias y costumbres. Son muchas las cosas que unen al bloque y cada vez menos los temas que los separan, pero sin embargo, hay que ser muy realistas y medir ese esfuerzo en su verdadera dimensión.

El primero de ellos es que la Alianza no nació como un bloque comercial y menos como un tratado, sino como una unión con intereses comunes y más cerca de la política y la diplomacia. Incluso, se ha planteado que en ese orden, otras naciones pueden entrar, incluso sin ser de la región. Así, para que países como Costa Rica y Panamá ingresen, tendrán que cumplir requisitos y procedimientos normales en una adhesión a un acuerdo, los cuales serán revisados por un comité de los demás miembros, y luego el llamado Consejo de Ministros analizará y tomará una decisión final sobre la aceptación.  Dentro de ese marco caben instrumentos como la eliminación de visas y facilidades para la movilidad, más el diseño de programas de infraestructura, políticas energéticas y colaboración frente a actividades ilícitas.

Un TLC entre cuatro países es mucho más que una revisión de las listas de aranceles y requiere mucho más de lo hecho hasta ahora, y no es suficiente decir que nuestras exportaciones tendrán más posibilidades, y se hacen más atractivos a nuestros países para la inversión extranjera. Si la Alianza es un tratado debe surtir los trámites constitucionales, tanto en el Congreso como en los tribunales, y esto hasta ahora no se ha planteado. Son muchos los asuntos en los que se puede ir avanzando para hacer una integración efectiva y sin necesidad de hacer tratados internacionales, y quizás es por ahí por donde se debe actuar y se está trabajando ya, como es el caso de las embajadas compartidas, para luego gradualmente ir yendo hacia mecanismos más sofisticados sin tanta premura.