Editorial

Las cifras de la economía naranja

Más allá de destinar dinero para motivar a ‘empresarios naranja’, es clave hablar de las cifras, las metas y los objetivos de la industria creativa

Editorial

No hay mayor eufemismo en el mundo de la contratación estatal que hablar de “proyectos productivos” cuando un gobierno de turno dispone o destina un presupuesto para desarrollar algún sector económico, dinero que a la postre se convierte en botín de los políticos hábiles gestores de dineros públicos. Así ha ocurrido con varios planes gubernamentales para innovación, tecnología, ciencia, agro, infraestructura y turismo. No se puede olvidar que hay muchos contratistas que patrocinan alcaldes, gobernadores, concejales, representantes y senadores, especializados en ubicar recursos de las arcas del Estado para lucrarse, lo que se ha convertido en el epicentro de la corrupción que hoy tiene capturado al Estado colombiano. Por lo anterior, es imperativo que el Gobierno Nacional blinde el camino emprendido de los apetitos de los contratistas y la voracidad de algunos funcionarios hacia el desarrollo de las industrias creativas, popularizadas como la “economía naranja”.

El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo tiene la tarea de conceptualizar este sector, que si bien puede entenderse como transversal para toda la economía, es único y puede tener un desarrollo casi que autosuficiente. Hay industrias creativas en la construcción, el agro o las manufacturas, entre otros muchos sectores, pero es en el entorno cultural y de entretenimiento que la economía naranja puede madurar por sí sola. El presidente Duque ha definido esta economía como “el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual. Este universo está compuesto por áreas relacionadas con la economía cultural y las industrias creativas, en cuya intersección se encuentran las industrias culturales convencionales y las áreas de soporte para la creatividad”. Y durante su mandato está decidido a promover, fortalecer y divulgar la importancia de las industrias creativas y culturales en el desarrollo de nuestro país, una cantera económica muy dinámica que existe en todo el territorio nacional, pero al cual no se ha tenido en cuenta en las asignaciones presupuestales, pues no necesariamente tiene que ver con la cartera de Cultura, sino con el Departamento de Planeación Nacional, el Ministerio de Hacienda, y por supuesto, con Comercio e Industria. Pero debe existir una meta mega cuantificable y con objetivos, fines y procesos que se puedan medir y evaluar. Los ministros comprometidos en este camino no pueden salir a ofertar recursos escasos que se conviertan en “proyectos productivos” con padrinos políticos que terminen en las manos de la corrupción.

El potencial de la economía naranja es enorme y ya se observa en el PIB. Solo el año pasado movió más de $20 billones entre artes escénicas, productos audiovisuales e industria musical, lo que es casi 2,3% del Producto Interno Bruto, un porcentaje igual o superior a otras actividades económicas que reciben más subsidios. En todo el mundo, la economía naranja tiene un valor aproximado a los US$4,2 billones, en industrias que cada día transforman la manera cómo nos entretenemos o nos informamos. En América Latina, la cifra casi se acerca a los US$200.000 millones, en donde Colombia es uno de los más representativos. Hay mucho por crecer, pero hay que blindar este camino.

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