Editorial

Las fórmulas de Davos no son las de antes

El Foro Económico de Davos en Suiza comenzó en medio de incertidumbre económica y baja influencia

El Foro Económico de Davos en Suiza comenzó en medio de incertidumbre económica y baja influencia 
Desde hace varios años, la pequeña estación de montaña en los Alpes suizos era el epicentro de las decisiones económicas de más alto calibre que se convertían en cátedra académica y lección gerencial de los líderes corporativos y más influyentes gobernantes de países industrializados y mercados emergentes.
A las reuniones anuales de Davos les debemos muchas modas que se convirtieron en tendencias empresariales y económicas. La mayor herencia es sin lugar a dudas haber acuñado la expresión ‘globalización’. Y es que justamente era ese su propósito, promulgar ideas y prácticas exitosas en grandes corporaciones y gobiernos influyentes, y llevarlas a empresas y Estados en crecimiento o en desarrollo. 
Desde hace 41 años, el Foro Económico Mundial de Davos era el “Vaticano” en donde “comulgaban” los mejores expositores  del capitalismo occidental y sus mejores alumnos en el tercer mundo. Pero desde la crisis económica recesiva ocurrida en 2008 las reglas cambiaron, no solo Davos tuvo que descentralizarse de Europa y abrir foros alternativos en Asia, África y América Latina sino que tuvo que amplificar éxitos económicos no necesariamente originados en Estados Unidos o la Unión Europea.
La crisis económica mundial por la que hoy atraviesan varios países del globo comenzó en ese 2008 y se ha extendido hasta bien entrado el tercer lustro del siglo XXI. Particularmente, Europa sigue atenazada por el desempleo en sectores vulnerables como jóvenes y mujeres, y por el bajo rendimiento de sus aparatos productivos, al tiempo que sus gobiernos luchan por mantener un déficit fiscal tolerable y dinamizar sus industrias para salir de una recesión que ya cumple más de 24 meses.
Davos desde hace muchos años no aporta las lecciones económicas, empresariales y de políticas públicas que antes generaba. Los líderes que anualmente asisten no convocan a las empresas y ejecutivos como antes, y los conceptos teóricos brillan por su ausencia. Este año, la definición de moda es el “dinamismo resistente”, una suerte de acciones multilaterales que buscan que las economías desarrolladas no sigan cayendo, no solo a través de esfuerzos individuales sino de la conjunción de intereses generales. 
Pueda ser que esa resistencia empresarial o gubernamental, traída a este Davos de 2013, tenga discípulos en las economías industrializadas, pero no le vemos los profetas ni mucho menos el interés de los gobernantes por una ayuda comunitaria como fue el espíritu que construyó hace décadas la Unión Europea. Colombia debe aprovechar el Foro más que para llamar más inversión extranjera, para mostrar un país más comprometido con la seria solución de sus problemas sociales.