Editorial

Las lecciones de un CEO enfermo

Buffett aprendió la lección y fue más transparente al comunicar rápidamente su enfermedad a los accionistas.

Vivimos en un mundo en donde los iconos empresariales se pelean palmo a palmo las páginas de los diarios y revistas con las celebridades, los deportistas y los políticos. Es una época en donde ser empresario de éxito es un anhelo alcanzable y en la que los máximos referentes de los negocios globales son inmensamente populares, hasta en los sectores más recónditos de la población. Los nombres de Bill Gates, Steve Jobs, Carlos Slim, Mark Zuckerberg o Warren Buffett son muy populares y se han convertido en verdaderos `profetas`, con naciones corporativas propias, conformadas por miles y miles de empleados en todos los países que les profesan alguna suerte de idealización.

No es una situación banal, de ninguna manera, que esos admirados ejecutivos y empresarios de éxito estén a diario en los medios de comunicación porque de sus decisiones acertadas o no dependen los destinos de las grandes multinacionales que están transformando la sociedad actual.

Asistimos en primera fila a todos los acontecimientos que modelaron desde hace 30 años el mundo de la tecnología, de la mano del recientemente desaparecido Steve Jobs, y vimos cómo su penosa enfermedad tenía consecuencias en la humanidad del exitoso hombre de negocios, casi al mismo tiempo que en su empresa y, por línea directa, en el movimiento de la acción de Apple. La forma como fue tratada su dolencia en la empresa y en el mercado secundario ha sido muy criticada porque un simple chequeo médico se convertía automáticamente en una suerte de `información relevante` para el mercado.

Ahora el penoso turno le ha llegado al segundo hombre más rico del mundo y directo responsable del Grupo Berkshire Hathaway: Warren Buffett, quien no quiere cometer los mismos errores de Jobs y ha comunicado abiertamente su enfermedad a sus accionistas.

El `oráculo de Omaha`, como es conocido el empresario estadounidense, ha informado directamente su estado, diferenciándose radicalmente de lo que hizo Jobs en su momento, quien consideraba que su salud era un asunto privado y, durante meses, se negó a una intervención de su cáncer de páncreas.

Es un debate ético empresarial determinar si el estado de salud de un CEO es un asunto público o privado, pero lo cierto hasta el momento es que una situación de ese tipo tiene repercusiones en los ahorros e inversiones de millones de personas en el mundo.

Las sucesiones corporativas, los reemplazos y las sustituciones de los grandes líderes empresariales siempre serán un asunto relevante para el mercado. Lo importante es que se edifique en torno a instituciones fuertes, que trasciendan personas, porque siempre el bien general estará por encima del particular.