Editorial

Las normas deben ir al ritmo de la tecnología

<p>Las normas no pueden ir por las escaleras mientras las nuevas tecnologías van por el ascensor. El caso de Uber es solo el comienzo de más reglas&nbsp;</p><p>&nbsp;</p>

En buen momento la Vicepresidencia de la República y el Ministerio de Transporte reglamentaron el uso de la plataforma tecnológica Uber, saliéndole al paso a los avivatos que emergen y se enriquecen ante el vacío de las normas, destrozando de paso la poca institucionalidad existente. Es un imperativo que las personas al frente del Ejecutivo, Legislativo y Judicial hagan su papel y normaticen muchos de los desarrollos tecnológicos que están cambiando la sociedad y los mercados. En pocas palabras: la modernidad de las instituciones debe ir al paso de los avances para evitar que el rezago en la jurisprudencia sea peor que el tecnológico.

Uber es una plataforma tecnológica, más no una empresa de transportes, pero debe someter su servicio a las normas vigentes en cada país sobre la prestación de un servicio público de movilidad. Al igual que AirBnB no puede convertir la casa de cualquier vecino en un hotel o un motel. Todas las ciudades desarrolladas y modernas tienen normas de uso de tierras e inmuebles. Y así como a nadie le gustaría que su vecino convirtiera su casa en un hotel, tampoco quisiera que todos fuéramos taxistas informales convirtiendo las ciudades en un mercado libre sin normas. Hay problemas de seguridad con Uber en todo el mundo, así como también existen graves líos entre arrendadores de AirBnB porque hay inquilinos que no se quieren ir y se amparan en las normas que los protegen. Ahora le corresponde al Congreso y a las alcaldías hacer las reglamentaciones locales para modernizar los sistemas de taxis, bien sean ordinarios o de lujo. Quedan pendientes los alquileres tipo “mi casa es tu casa”. Lo importante es que ya se dio una norma de expedición nacional, similar a la de varios países desarrollados miembros de la Ocde, para poder empezar a reglamentar una forma de consumo que gana terreno. 

La economía colaborativa, con origen en las nuevas tecnologías, requiere control estricto por parte de los Estados, no para frenarla sino para garantizar seguridad y que el libre mercado pueda asegurar su crecimiento y función social. Todas estas empresas pioneras de nuevas formas de transar entre la oferta y la demanda deben estar sujetas al pago de impuestos locales. Por lo general, todas las grandes compañías de internet que ofrecen sus servicios de compra y venta, de todo tipo de productos, tienen sus sedes en países sin intercambios de información tributaria. Ya existen muchos clones de Uber a nivel local y global, como también varias modalidades de AirBnB que buscan acercar a arrendadores informales con inquilinos en buscan precios baratos, y en esta gran maraña de aplicaciones y servicios online, las normas deben garantizar que todos los usuarios reciben lo justo por sus pagos. Las normas deben ir al ritmo de la tecnología, de lo contrario la sociedad quedará en el limbo y a expensa de los mercaderes sin escrúpulos.