Editorial

Las nuevas y muy efectivas revoluciones 4.0

Asistimos en silencio a un estruendoso cambio de época en la que las revoluciones no se hacen como en los viejos tiempos, un paro de un mes necesita más que una simple convocatoria

Editorial

Las protestas de mayo en Colombia han durado mucho más tiempo que otras en su historia reciente, por el simple hecho de que es un movimiento distinto extrañamente internacional (una externalidad como dirían los economistas), que tuvo en Chile su primer laboratorio exitoso al lograr desestabilizar al milagro económico de Latinoamérica y hacerle cambiar la Constitución sin saber a ciencia cierta qué les depara el futuro. Las fuertes reivindicaciones sociales en todas las capitales y en más de 700 pueblos colombianos no habían tenido antecedentes, no solo por su violencia y duración, sino por su clase magistral de “gerencia de desestabilización”.

No solo se trataba de tumbar una inoportuna reforma tributaria ni de hacer renunciar al ministro de Hacienda, sino pasar de largo, quemando sedes de la justicia, de la Fiscalía y los llamados CAI de la Policía, haciendo demostraciones de fuerza; arrinconando a las fuerzas militares y desacreditándolas local e internacionalmente. Las protestas han explorado la efectividad de los bloqueos instalando barricadas que sitian ciudades capitales, como Cali y Popayán, sin mayores problemas. Nunca ningún grupo guerrillero con fusiles, granadas y hombres formados en la guerra de guerrillas lo habían logrado, incluso en un país como Colombia prolífico en grupos armados.

Asistimos en silencio a un estruendoso cambio de época en la que las revoluciones ya no se hacen como en los viejos tiempos por un grupo central, aislado, identificable, liderados por un populista que atrae todos los reflectores para sí como un caudillo. Son revoluciones 4.0 diseñadas, planeadas, articuladas, coordinadas y puestas en marcha en el momento propicio para garantizar resultados efectivos; una suerte de gerencia de protestas que incluye financiación, logística, fuerzas de choque, resistencia, suministros, pero sobre todo reemplazos en el frente para no agotar a sus ejércitos. El objetivo no es mandar un millón de personas a las calles un sólo día, se trata de poner 100.000 en cada jornada por largo tiempo pues el objetivo es el desgaste del enemigo y la resistencia de sus bandos. América Latina ya no está bajo acecho, está tratando de ser cambiada desde adentro en medio de una nueva versión de la guerra fría, que ha puesto sus ojos sobre Colombia, como el aliado más fuerte de Estados Unidos, para que caiga en el eje de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Venezuela y Argentina. Colombia, que es la cuarta economía de la región, ha cometido muchos errores en su desarrollo económico que no ha podido superar, errores que han multiplicado las moléculas sociales tácitamente coordinadas para que se enfilen contra el Estado.

El año de post-pandemia que se avecina se parece a 1968 cuando nació un nuevo mundo: “Sí, yo creo que existe un pueblo múltiple, un pueblo de mutantes, un pueblo de potencialidades que aparece y desaparece, que se encarna en hechos sociales, literarios, musicales (...) estamos en un período de productividad y proliferación de revoluciones absolutamente fabulosas desde el punto de vista de la emergencia de un pueblo. Es la revolución molecular: no es una consigna, un programa, es algo que siento, que vivo, en algunos encuentros, en algunas instituciones, en los afectos, y también a través de algunas reflexiones”, frases elaboradas por el filósofo francés, Félix Guattari, cuando veía pasar los días de 1968, pero que vienen como anillo al dedo en estos momentos.

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