Editorial

Las paradojas de la quiebra de Interbolsa

<p>Aunque la procuraduría ha sido más eficiente en su tarea, la decisión divide opiniones y agita el debate de la supervisión.</p>

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla” es una de las frases célebres que se le atribuyen a Napoleón Bonaparte y que se usa cada vez que hay noticias relevantes que transforman la cotidianidad de las personas, las sociedades y los países. Ayer la Procuraduría destituyó fulminantemente al superintendente financiero, Gerardo Hernández, por su ineficacia en evitar el descalabro de Interbolsa. Pocos dudan de la probidad profesional del ex Superintendente, quien seguramente apelará la decisión del Ministerio Público, pero la situación se agrava bajo dos circunstancias: la primera tiene que ver con que es el segundo superintendente financiero destituido por las mismas razones, pues el primero fue César Prado Villegas, quien renunció a petición del expresidente Uribe en tiempos de las pirámides de DMG. La segunda circunstancia es la que tiene que ver con la eficacia de la justicia en el caso del grupo y de la firma corredora. Ha pasado un año largo, y solo la Procuraduría ha sido eficaz en sus decisiones, la Fiscalía se ha demorado mucho en presentar sus investigaciones para que verdaderamente haya justicia.

En pocas palabras primero pagó el policía que el delincuente. Este es un caso que debe poner a reflexionar a las autoridades, al Gobierno y al mismo sistema financiero que debe hacer un mea culpa en toda esta trama que aún no se soluciona. Se ha puesto en evidencia que la Super no tiene los recursos ni las personas idóneas para vigilar un sistema cada vez más complejo. Y todo se ve más oscuro al no haber una reglamentación clara sobre la puerta giratoria de funcionarios públicos que una vez salen de los entes de vigilancia y control pasan a las firmas comisionistas, a los bancos, a las fiduciarias y a los fondos. Es un hecho evidente que la estrategia de la alta gerencia de Interbolsa consistía en infiltrar todas las instituciones para evitar su control. Desde ministros hasta técnicos usaron esa puerta giratoria para estar al lado de la policía y de los delincuentes.

Quizá este sea el momento para apurar una reestructuración de las entidades de control y vigilancia de las empresas que cotizan en Bolsa y el sistema financiero en general. No está claro si la fusión de la otrora Superintendencia de Valores para dar origen a la Financiera fue un acierto o una equivocación gigante. La Procuraduría ha puesto el dedo en la llaga en los sistemas de control del sector financiero y aún no hay repercusión pública de que Interbolsa realmente fue un caso muy parecido a DMG, al menos en los que tiene que ver en que ambos ‘entuertos’ jurídicos tumbaron dos superintendentes. Lo único que está demostrado hasta el momento es que no aprendemos de la historia y que estamos condenados a repetir los mismos errores. Ojalá la Fiscalía actúe penalmente y se cierre el capítulo Interbolsa.