Editorial

Las señales negativas que manda Brasil

<p>No son momentos fáciles para la economía regional debido a la adversa coyuntura en los precios de las materias primas en los mercados.</p>

Hace menos de un década, la economía de Brasil era considerada como uno de los ejemplos de mundo y ad portas de contarse como una de las más grandes, siguiendo los pasos de China. Ahora, oficialmente está en recesión lo cual no es un asunto de poca monta y con un impacto sobre esta parte del mundo que debe ser tenido en cuenta. De acuerdo con los entendidos, el panorama será sombrío para los próximos dos o tres años, hecho que no se evidenciaba desde finales de los años cuarenta del siglo pasado. ¿Las razones? Al igual que otros países, la caída de los precios internacionales de las materias primas está haciendo mucho daño, pero adicionalmente elementos propios internos como los grandes escándalos de corrupción, que han de debilitado la confianza en las instituciones oficiales y privadas, y la crisis fiscal de los últimos años, están reforzando la situación negativa a la que se suma una inflación cercana a los dos dígitos. La turbulencia china también explica en parte el problema, dada la importante conexión que hay entre ambos países.

Sin duda que la situación de nuestro gigante vecino expone al contagio al resto del continente, aunque en proporciones distintas siendo evidente que sus socios en Mercosur son los que más se impactarán, esto es, Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela, cuyas exportaciones al mercado carioca han caído este año más de 20%, en buena parte por la pérdida de competitividad debido a la gran depreciación del real, solo comparable con la del peso colombiano.

Argentina y Venezuela llevarán la peor parte con la recesión de Brasil, aunque hay que aclarar que para ambos países el problema se acumula a la crisis que enfrentan las dos economías como resultado de su propia política y, en particular, en el caso venezolano producto de la desconfianza generada hacia la inversión foránea y su incapacidad para atajar una inflación galopante y por un déficit cambiario de grandes proporciones que se ha venido acumulando y una tasa de inflación desbordada que marca registro mundial y que se supone superada en el mundo global abierto y competitivo. Los demás países sentirán ese impacto más allá de la mera relación comercial y se centra en el mayor riesgo financiero que generará Brasil y que se expandirá al resto del continente no solo por parte de la banca, sino por la prudencia de los inversionistas, dado que tradicionalmente es el principal receptor de recursos foráneos. Seguramente con el nuevo panorama, la inversión se afectará al igual que el financiamiento de proyectos países en los cuales la devaluación de sus monedas responde en buena parte a ese impacto. Tampoco México escapa de los efectos de la recesión brasileña, aunque su lejanía pueda ser amortiguada por su cercanía a Estados Unidos, economía que sí muestra señales importantes de recuperación sostenible.