¿Le sirve a la economía la visita del Papa?
sábado, 9 de septiembre de 2017
Lo más importante para Colombia es cambiar de la agenda judicial a la agenda del desarrollo económico, es clave la construcción política
Editorial
Faltan pocas horas para que el Papa Francisco concluya su histórica visita a un país marcado por el sectarismo desde el punto de vista político y a la incertidumbre por el rumbo de la economía local y regional, para este final de año. Nadie a estas alturas de la visita Papal puede demeritar la contundencia de su presencia apostólica: más de 1,3 millones de personas estuvieron en la misa campal realizada en el Parque Simón Bolívar; otro millón y medio de seguidores permanentes lo acompañaron en sus diferentes desplazamientos en el “papamóvil” por la Capital; más de 25.000 jóvenes estuvieron reunidos en la Plaza de Bolívar; unas 800.000 personas lo siguieron en Villavicencio, y hoy se esperan más de dos millones en Medellín y otro millón en Cartagena. Está claro que ninguna persona en este momento de la historia colombiana y global es capaz de aglutinar en nuestro país tal cantidad de seguidores y despertar tal afinidad con sus posturas; eso sin contar los otros millones de personas que siguen el evento en los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. Es simplemente un hecho apoteósico en la historia de Colombia.
Así como no se puede negar la contundencia de la visita de Francisco, tampoco se puede pasar por alto -por escrúpulos políticos- el respaldo permanente a las iniciativas del Gobierno de acercar al diálogo pacífico a los diferentes grupos guerrilleros, hasta tal punto que los mayores narcotraficantes del Urabá, también busquen la manera de entregarse a la justicia. Es una realidad del tamaño de una catedral concluir que el Papa respaldó abiertamente el proceso de paz. En diferentes alocuciones se refirió al espinoso asunto que no se abordaba por la Iglesia Católica por ser “políticamente incorrecto”, pues casi todas las otras iglesias de corte cristiano o protestante, sí tomaron partido en contra de la administración Santos desde el plebiscito de octubre.
Ahora bien, si vemos la visita desde el punto de vista económico, las cosas no son de simples sumas y restas. No existe el “dólar Francisco”, ni muchos menos se aumentarán las exportaciones de bienes primarios porque el Papa está en Colombia, ni él se convertirá en embajador de las exportaciones. Es cierto que su presencia y las multitudes que ello generaron, sí despertó el espíritu rebuscador del colombiano que se lanzó en masa a vender comida, agua, souvenirs, etc. Los informales hicieron su agosto en septiembre.
Desde lo cuantitativo se pueden ver leves éxitos económicos formales en el sector del transporte y la hostelería, pero la herencia más efectiva a largo plazo se da en la esfera cualitativa. Fueron muchas las palabras dichas con fuego que deben despertar en los empresarios, banqueros, hombres de negocios y en los funcionarios públicos, sus roles y funciones como arquitectos de una nueva apuesta por reducir la desigualdad social. Lo dijo en todos los tonos y en todas partes, la desigualdad, las diferencias económicas, la chocante estratificación, muy a pesar de los altos impuestos como mecanismo de redistribuidores de la riqueza, son los problemas medulares del país. Pero la consecuencia más grande de la visita Papal tiene que ver con la marca país, así como millones de colombianos lo pudieron ver en vivo y en directo, más de mil millones de personas en todo el mundo, vieron un país distinto al que visitó Juan Pablo II en 1986 y mucho más al de Pablo VI en 1968; la Colombia que pudo ver un católico en cualquier lugar del mundo, es un país enfocado al desarrollo y comprometido en salir de las guerras internas que nos acostumbraron al lente del conflicto. Falta mucho por avanzar, pero el país de 2017 es la cuota inicial del primer paso que hay que dar en pos del desarrollo social.