Editorial

¿Llegó la hora de cambiar con Venezuela?

El giro de EE.UU. con el vecino país, su leve recuperación económica, los buenos precios del petróleo y el impacto en Colombia del éxodo venezolano, están cambiando las cosas

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Diario La República · ¿Llegó la hora de cambiar con Venezuela?

El próximo año, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cumple 10 años en el poder. Desde su arribo a la Presidencia, por la Casa de Nariño han pasado dos presidentes (Santos y Duque), quienes se han enfocado en ayudar a cambiar el régimen socialista venezolano, sin avances elocuentes. Esa realidad debería haber hecho cambiar la receta de choque frente a Venezuela, pero las relaciones siguen signadas por el problema del narcotráfico y la guarida de delincuentes colombianos en que se ha convertido ese país, usándolo de retaguardia para desestabilizar la seguridad nacional y afectar la economía doméstica. Pero desde el pasado marzo, las cosas empezaron a cambiar, a dar un giro de 180 grados y que obligan a Colombia a hacerlo, luego de que el gobierno estadounidense enviara una comisión de alto nivel para restablecer la compra de petróleo venezolano, como consecuencia de la guerra en Ucrania que ha llevado el barril de crudo Brent por encima de los US$105 desde que comenzó el conflicto.

La voltereta estadounidense deja a Colombia mal parado y perdiendo una oportunidad de oro para reactivar algunos negocios estratégicos con el vecino país, que sigue sancionado por violaciones de los derechos humanos, faltas contra la democracia que incluyeron a la industria petrolera. Maduro no tardó en salir a los medios de comunicación a cobrar la época de cambio al afirmar que “Venezuela está a la vanguardia de las iniciativas para estabilizar los mercados del petróleo, el gas y la energía”, una verdad respaldada por la Casa Blanca, que es consciente de que las reservas de petróleo y gas de Venezuela no se pueden desconocer en el mercado mundial ahora que la guerra entre Ucrania y Rusia es una realidad de largo plazo para Europa, región azotada por la inflación producto de los altos precios de los combustibles y la inestabilidad en los suministros.

Y otro episodio en este giro diplomático está por venir cuando las consecuencias de las sanciones contra Rusia empiecen su efecto dominó y sus intereses financieros en la región así lo demuestren. Colombia debe seguir siendo el pilar desde donde se tejan cambios para Venezuela, en especial recuperar la democracia y las ayudas humanitarias; posiciones que no deben descartar que el nuevo gobierno que se instale el próximo 7 de agosto abra al menos una oficina para atender a colombianos que viven en ese país y para agenciar intereses de empresarios que empiezan a hacer negocios con sus vecinos. Casi dos millones de venezolanos instalados en Colombia usan redes financieras digitales locales para enviar remesas a sus parientes y el comercio informal de la canasta familiar en la frontera se ha dinamizado por encima de la persecución de los militares venezolanos y de las exigentes autoridades colombianas que hacen valer la ley en una frontera porosa en donde es imposible impedir que miles satisfagan sus necesidades básicas.

Alguna vez ya remota, entre Colombia y Venezuela hubo un comercio bilateral de unos US$7.000 millones; hubo empresas locales que invirtieron allá, pero fueron expropiadas y a cientos de empresarios nunca les pagaron sus exportaciones, un pasado muy difícil de olvidar, máxime cuando nada ha cambiado y se sigue protegiendo a guerrilleros y narcos, no obstante, la velocidad de la economía y el nuevo entorno internacional deben obligar a los próximos gobernantes a mirar con otros ojos a Venezuela o a seguir en las mismas otras décadas más.

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