Lograr más medallas no es solo dinero
sábado, 10 de agosto de 2024
Los Juegos Olímpicos están llegando a su final y hay que hacer balance de la participación de los deportistas colombianos y ojalá ponerle roles y funciones al Ministerio del Deporte
Editorial
Colombia ha tenido cuatro ministros del deporte y casi un centenar de directores de la vieja Coldeportes, además de muchos jefes en el llamado, Comité Olímpico Colombiano, todo un grupo de autoridades deportivas que solo aparecen cuando un joven se cuelga una medalla y el país estalla en alegría.
Las medallas que los deportistas nacionales consigan en las competencias internacionales son por méritos de sus familias y por puro y duro esfuerzo y talento. Colombia siempre ha tenido una buena representación en los torneos internacionales, pero las pesas y el ciclismo, son los dos deportes bandera de los nacionales.
No se puede juzgar a la primera y caer en el lugar común de decir que esos deportistas no han tenido ayuda del Estado, pues hay toda una burocracia nacional y altos presupuestos en la red deportiva, siempre ha habido dinero, poco pero hay; que el dinero debería ser más, cierto, y que el fogueo internacional para preparar mejor a los jóvenes vale mucho, es verdadero, pero no solo es cuestión de dinero, es de unas acertadas políticas públicas aplicadas a lo que se llama el ciclo olímpico que comienza en los colegios, pasa a las universidades y compromete las ligas y las federaciones, instituciones que deben tener en cuenta su papel en formar los medallistas del futuro.
Hay mucho por analizar de los dos últimos Juegos Olímpicos: lo primero es que los medallistas siempre son de las regiones, no de la Capital; segundo, que hubo una transformación de un instituto (Coldeportes) a un polémico ministerio, que en su justificación de motivos exponía diseñar políticas públicas para desarrollar el alto rendimiento entre los jóvenes colombianos.
Pero como siempre sucede, el Ministerio de Deporte se convirtió en un antro de corrupción, incluso la misma campeona olímpica, María Isabel Urrutia, fue nombrada ministra y a las pocas semanas destituida de manera fulminante por corrupción. ¡Toda una paradoja! ¿Cómo una deportista de su talla, encargada de hacer de Colombia un país de grandes triunfadores, pudiese terminar investigada? Es la foto nacional, el reflejo de la corrupción que tiene capturado al Estado; los encargados de hacer brillar el país y que gozan de grandes presupuestos terminan robándose el dinero destinado al deporte.
Casi todos los ganadores de medallas en Colombia y que figuran en el deporte internacional lo hacen por puro talento y abnegación de sus familias; muy pocos salen del llamado ciclo olímpico que los debe encarrilar desde los colegios y luego saltar a ligas. Si se miran los resultados de los dos últimos juegos, los medallistas son de “territorios” (como le dicen a las regiones, distintas a Bogotá, los funcionarios públicos), pero el grueso del presupuesto se lo lleva Bogotá, ciudad en donde se construyen los grandes escenarios públicos con últimas tecnologías pero que no producen medallistas; decisiones que le dan la espalda a los atletas del suroccidente, Caribe, Urabá o del Eje Cafetero.
Colombia debería tener una meta, un número de medallas de oro en su plan de formación, para que los intercolegiados, juegos nacionales, ligas, los Panamericanos, en su orden, sean solo un camino pavimentado enfocado en fabricar nuevas generaciones de deportistas. Por ahora el Ministerio solo es un antro de corrupción, mientras los futuros medallistas practican solo sus hobbies, que los sacan de la guerrilla y el narcotráfico, en parques destartalados y peligrosos potreros. Colombia sigue siendo un país de deportistas silvestres.