Los arroceros deben aprender a exportar
jueves, 24 de julio de 2025
Cuando los productores agropecuarios crecen y se reproducen gracias a los subsidios se olvidan de ser productivos, competitivos y conquistar mercados externos más rentables
Editorial
Es difícil explicar las razones por las cuales Colombia no es un exportador de arroz, como sí lo es de café, flores y bananos, además de muchos otros productos agropecuarios que han encontrado en los mercados externos el grueso de sus ventas.
Se producen unas 2,8 millones de toneladas de arroz al año, con una productividad de 5 toneladas en promedio por hectárea, sin importar si es por riego o secano y se dedican 450.000 hectáreas anualmente al cultivo considerado como de seguridad alimentaria, no obstante, el consumo per cápita del cereal se ha mantenido estancado en alrededor de 40 kilos anuales por persona.
Las cifras convierten a Colombia en buen productor del grano, pero las importaciones siguen aumentando y la industria molinera en ocasiones prefiere comprar arroz por fuera que hacerlo localmente, no solo por precio, sino por calidad.
Cada año los productores de arroz se lanzan a las carreteras de unos 200 municipios que cultivan para exigir que los molineros les compren más y a mejor precio, pero nunca se ha escuchado al gremio desarrollar programas de venta en el exterior, lo que se convertiría en la solución al crónico problema de precios. Pero para lograrlo deben abrir camino y enfocar la batería de subsidios y ayudas gubernamentales para tal fin.
Tienen apoyos a la comercialización para pequeños y medianos productores en la venta de su cosecha, que cubre parte del diferencial de pérdidas por la caída de precios. También un incentivo al almacenamiento de excedentes por tonelada almacenada para mitigar los efectos de la sobreproducción; hay ayudas a la comercialización de cosechas de arroz paddy verde, también por caída de precios; hay subsidio a la tasa de interés con líneas de crédito para apoyar la reactivación agropecuaria; existen seguros contra riesgos climáticos, hay ayudas específicas a la capitalización; en pocas palabras, es un cultivo históricamente blindado, pero que no ha conseguido exportar a los mercados vecinos, incluso de países como Ecuador no solo se importa grano, sino que entra de contrabando.
Quizá sea la sobre abundancia de ayudas y subsidios que ha logrado que los productores arroceros no se motiven para llevar sus productos a otros mercados. Claro que es imposible competir en el mundo asiático, con los mayores productores: China, India, Bangladesh, Indonesia, Vietnam y Tailandia, pero en la región y en el Caribe sí hay espacio para competir y llevar el excedente de producción; por ejemplo, el subsidio que les pagan por tenerlo guardado deberían usarlo para llevarlo a otros mercados.
La Cuota de Fomento Arrocero es un impuesto parafiscal para que los productores inviertan en investigación, transferencia de tecnología y desarrollo del sector, pero no para exportar. Se cobra por cada tonelada producida y es administrada por la Federación Nacional de Arroceros, la industria arrocera, -los molinos- la transfieren a este gremio, a razón de 0,5% del valor de la producción.
Si esta enorme ayuda se destinara a solucionar los crónicos paros, bloqueos y protestas, se notaría más en el sector. En la Cuota de Fomento Arrocero está la herramienta para la actualización del sector, pero solo si logran exportar a mercados similares al colombiano. Los productores de arroz pueden ser un caso de estudio de éxito si logran manejar buenos precios, pero alcanzado las exportaciones.