Editorial

Los números ocultos de la nueva tributaria

El número de colombianos que deben pagar patrimonio, o el de ingresos de más de $10 millones a quienes se les aumenta la renta, puede sonar a poquitos, pero juegan otro rol

Editorial

El ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, y su director de la Dian, Luis Carlos Reyes, le han invertido más de 300 horas durante los últimos dos meses de su función pública a explicar, oír y rediseñar la nueva reforma tributaria. Muchos eventos, foros, seminarios, reuniones, almuerzos, cenas y cafés, han tenido que atender para sacar adelante la “madre de todas las reformas tributarias”, pues ninguna hasta la fecha había sido tan exitosa en términos de recaudo como la que se hará efectiva desde el próximo enero.

El primer monto era de $27 billones, pero entre su radicación y primera ponencia se bajó a $22, es decir, fruto de esas reuniones se redujeron o evaporaron unos $5 billones. Nuevamente, el lobby sectorial de políticos y gremios hizo su aparición en la escena económica y mostró su tradicional eficacia. Empresas de minas, alimentos, construcción, sin dejar de lado zonas francas, bancos, universidades y cajas de compensación, estuvieron vigilantes en modo alerta para que no les pasara lo mismo que les ocurrió a los días sin IVA, que se acostaban siendo una realidad y despertaban en un capítulo cerrado de la historia.

El aprendizaje de siempre es el mismo de cada proyecto de reforma tributaria: quien no hace lobby, no logra nada, quien con sus quejas no llega a los oídos del Presidente o del Ministro, simplemente se grava. Unos 650.000 colombianos que tienen ingresos mensuales superiores a $10 millones o lo que es lo mismo unos $130 millones al año, no tuvieron ese eco y su Tasa Efectiva de Tributación aumentó notablemente, pasó de 4,6% a 6,4%.

Lo mismo sucedió con un literal puñado de colombianos que tiene un patrimonio superior a los $3.000 millones; el último dato de la Dian es que no superan 22.000 personas, y al igual que con el club de los $10 millones (sumando pensionados de ese ingreso), no hubo lobby y también fueron gravados. No sobra recordar que solo Colombia, Noruega y Suiza mantienen esa contribución que había sido eliminada del sistema local, pero revivida por los últimos gobiernos con distintos nombres. La Corte tiene la última palabra sobre su naturaleza. Pero la tributaria tiene unos números ocultos derivados de ese castigo al “club de los $10 millones y del alto patrimonio”.

Esos casi 650.000 colombianos (cifra por revisar evitando duplicación de los 22.000 de patrimonio) son el verdadero motor del consumo y juegan un rol determinante para la generación de empleo doméstico; entendido este, como empleadas del hogar, niñeras, choferes, vigilantes, asistentes, secretarias, auxiliares, enfermeras, mayordomos, etc. Son quienes pertenecen a ese aparentemente pequeño club los que mueven el grueso del consumo formal, pero que no tienen el lobby ni el doliente ante la opinión pública para generar peso en su rol en la economía. No hay quién los represente o hable por ellos, pues en un país de valores judeo-cristianos está mal visto relucir patrimonio e ingreso, así que en silencio tendrán que soportar, al lado de las petroleras y mineras, el grueso de la reforma tributaria. No sin antes advertir que en enero, cuando la inflación esté por encima de 15% y que se deban pagar más impuestos, este grupo de la población seguramente tendrá que recortar muchos de esos oficios que contrataba desde su ingreso. La tributaria sí tiene unos número ocultos que solo empezarán a ser visibles cuando los directos dependientes empiecen a notar la apretada del cinturón.

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