Editorial

`Los pájaros tirándoles a las escopetas`

Es inconcebible para el desarrollo del país que una de las CAR más cuestionadas frene un proyecto como el Túnel de la Línea.

No hay derecho a que la Corporación Autónoma Regional del Quindío ordene intempestivamente la suspensión de las obras que realiza la Concesión Segundo Centenario en el Túnel de La Línea, uno de los proyectos más anhelados por los exportadores y el que más dolores de cabeza le ha causado a los transportadores a lo largo de la reciente historia colombiana. Es increíble que una de las más desacreditadas corporaciones mal llamadas autónomas se le atraviese contra viento y marea al desarrollo económico de varios departamentos, sin que haya una autoridad legítima superior que los ponga en cintura.

Una de las razones que esgrime la entidad para frenar las obras que se vienen realizando entre Ibagué y Armenia se debe a un eventual impacto ambiental que estaría contaminando el agua que llega a unas  70.000 personas que viven en los municipios cercanos. Puede ser que esta sea una justificación válida y que las autoridades departamentales tengan que solucionarle el problema a los pobladores afectados por las obras, pero no hay derecho que los intereses particulares se sigan atravesando a los generales. La pregunta que cabe, en el momento, es qué pasó con las licencias de impacto ambiental que llevan décadas tramitándose para una obra que es un anhelo histórico de los colombianos del interior para transportar de manera más competitiva sus productos con el Pacífico.

Las funciones de las corporaciones autónomas regionales deben ser más preventivas que sancionadoras. Nadie sabe cuál ha sido el papel de la CAR del Quindío tras todos estos años que se lleva planeando y ejecutando la necesaria obra de infraestructura. Por qué sólo ahora hace el show de mandar a suspender los trabajos en el túnel, que será uno de los más importantes de América Latina y que, a todas luces, es determinante para el futuro del país económico. Justamente por este tipo de acciones temerarias es que muchas obras de gran calado en Colombia no se realizan.

Tal vez si los funcionarios de la CAR del Quindío hicieran bien su trabajo o con dimensión y conciencia nacional hubieran emprendido otros caminos más constructivos que simplemente suspender una obra de tal relevancia. Hay otros caminos que pueden emprenderse antes de hacer ejecutar órdenes civiles que afectan el desarrollo de la economía. También llama la atención cuál es el papel del Ministerio del Ambiente, que nuevamente es sorprendido por este tipo de acciones que lo ponen en una posición bastante conflictiva frente a otras carteras como la del Transporte. Lo que si es un hecho cierto es que al Gobierno Nacional le quedó grande el anunciado rediseño de las CAR, y éstas ya envalentonadas, ejecutan este tipo de alcaldadas.