Los parlanchines de la competitividad
miércoles, 1 de noviembre de 2017
Colombia no es un país que compite porque nadie hace en serio la tarea de avanzar, la competitividad es una tarea capturada por burócratas
Editorial
Tal como sucede con las tesis del profesor Luis Jorge Garay sobre la corrupción y el Estado capturado por sus tentáculos crónicos, ocurre lo mismo con la competitividad. Los ministerios, las gobernaciones y las alcaldías gastan enormes cantidades de dinero asistiendo a cuando evento hay por todo el mundo para hablar de competitividad, pero en la práctica el país no ha avanzado en la última década, muy a pesar de que hay aparentes expertos trabajando en este tema de crucial importancia para el desarrollo nacional.
El gran problema es que las tesis que trabajan sobre cómo avanzar en materia de competitividad internacional se quedan en las presentaciones de los expertos: en la última década no se ha encontrado el camino para hacer de la economía colombiana una actividad competitiva si se compara con países de la Alianza del Pacífico. El problema central es la incapacidad de los funcionarios de tomarse la tarea en serio y a la ligereza de los expertos privados, muchos de ellos verdaderos parlanchines del tema.
Miremos el panorama. Hay tres grandes termómetros que miden cómo vamos en términos de competitividad que nos cuentan el avance, retroceso o frenazo de cada país en esta materia. El primero es el que realiza el IMD, de la Universidad de Lausana; no solo es el más antiguo sino el único que desagrega regiones incluso al interior de los países. En 2013 ocupábamos el puesto 48 entre 80 países, entre 2014 y 2016, nos mantuvimos en el mediocre puesto número 51, para caer durante este año que ya llega a su final a la posición 54.
El segundo termómetro es el que elabora el Foro Económico Mundial. Aquí se analizan 140 países en promedio, pues durante algunos años varios se salen del listado bajo la teoría que es mejor no dejarse contar. En 2013 se midieron 148 países y Colombia ocupó la posición 69; al año siguiente se bajaron los participantes a 144 por eso Colombia subió al puesto 66. Lo mismo ocurrió en 2015, cuando se contabilizaron 144 países y logramos subir al 61, posición que se mantuvo hasta 2016, pero el número de países estudiados ya había bajado a 138. Para colmo del pírrico avance, este año solo se presentaron 137 países y caímos con menos participantes a la posición 66.
El tercer indicador es el Doing Business del Banco Mundial que se concentra en el análisis de si un país tiene facilidades para hacer negocios o no. El año pasado, Colombia mejoró, pero para el dato de 2018, retrocedió seis puestos y se ubicó en la posición 59, de 190 economías que entraron en la medición.
Siempre habrá un explicación de los expertos privados y el Gobierno Nacional que se unen para culpar al rezago en la infraestructura, la seguridad jurídica y la cascada tributaria, tres de los problemas sobre-diagnosticados, pero sobre los que no hay soluciones ni compromisos serios.
En lo que peor le va al país es el cumplimiento de los contratos, donde apenas estuvo por encima de 13 naciones (ocupó el puesto 177), siendo la peor calificación, con una puntuación sobre 100 de apenas 34,29. El otro descalabro tiene que ver con el comercio exterior, pues se logró la posición 125. El FEM y el IMD coinciden en que los principales factores que afectan la competitividad se asocian con competencias del Gobierno, burocracia y la corrupción. Y cuando en el FEM se le pregunta a los empresarios cuáles son los aspectos que más dificultan el hacer negocios dicen que: corrupción y tasas impositivas.