Editorial

Los subsidios y las elecciones presidenciales

El Presidente debe tener cuidado con sus ‘ayudas gubernamentales’ que pueden entenderse como electoreras

El Presidente debe tener cuidado con sus ‘ayudas gubernamentales’ que pueden entenderse como electoreras

En un país en desarrollo como el nuestro, en medio de una coyuntura económica global tan maltrecha, todos los sectores necesitan ayudas del Estado. Los industriales por el proceso de ‘desindustrialización’; los floricultores por la revaluación; los lecheros por las importaciones; los arroceros por el verano; los textileros por la entrada de productos chinos; los cafeteros porque no les sirve el precio de la carga de café, y hasta los fabricantes de sombreros ‘vueltiao’ porque los están copiando.
Juan Manuel Santos fue tres veces ministro durante las últimas administraciones, pero su labor más importante para la economía no fue al frente del ministerio de Hacienda del gobierno de Pastrana, fue como primer jefe de la cartera de Comercio Exterior en la administración de Gaviria. Y en ese puesto fue pionero en la apertura de mercados, de tratados comerciales y de la competencia de la producción nacional  con claro beneficio para el consumidor. Su discurso fue coherente hasta el año pasado cuando sacó adelante el tratado de comercio con Estados Unidos, que ha generado un verdadero pánico económico entre muchos empresarios que antes pedían a gritos el TLC. Ahora queda demostrado que el agro sí necesitaba un ‘agro ingreso seguro’ (honesto) para los acuerdos comerciales y que la infraestructura era un imperativo para potenciar los productos y servicios locales a la hora de enfrentar los externos.
Pero deben ser las elecciones que se avecinan que han cambiado el discurso y Santos como en sus mejores momentos de candidato cuando arrasó en la elecciones presidenciales de 2012, anda otorgando ayudas y subsidios a dos manos, generando un daño superior a la economía y a la equidad. Criticamos las ayudas a los textileros, así como no estamos de acuerdo en prohibir las importaciones de sombreros que parezcan ‘vueltiaos’. No vemos con claridad qué busca el Presidente con las ayudas a los cafeteros de ayer. Debemos precisar que al interior del gremio que depende del café hay de todo: a los pequeños caficultores sí les sirve una carga base a $503.500, pero a los grandes empresarios (más de mil hectáreas sembradas) que son menos de 100, nunca habrá precio que los tenga satisfechos.
Ahora el Presidente va a carnavales, se pone sombreros, maneja ‘yipao’ y ofrece ayuda a quien se la solicite. El aroma electoral en pos de la Casa de Nariño para 2014 se empieza a volver intenso, pero con la economía no se debe jugar; hay ser coherente en las políticas públicas y ser más generalista a la hora de ayudar un segmento de la población. No es que los cafeteros no merezcan disfrutar de las mieles de un Presidente que se formó y educó en sus entrañas, de lo que se trata es de mirar al país con una óptica de futuro que trascienda los intereses políticos.