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Más allá de brujos en la parafiscalidad

Gráfico LR

Las cajas de compensación son uno de los secretos mejor guardados de la economía y la máxima expresión de la responsabilidad social empresarial, algo que funciona bien

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Diario La República · Más allá de brujos en la parafiscalidad

Los trabajadores colombianos le deben mucho de su bienestar social a Comfama, la primera caja de compensación creada en 1954 como una iniciativa privada y que poco a poco se configuró como ejemplo de todo el exitoso sistema de compensación que opera en el país, y que es de lejos, una de las joyas de la corona del sector productivo.

Hoy por hoy, el número de trabajadores afiliados a las cajas de compensación supera los 10 millones y cubre con sus beneficios al doble de esa población con sus programas de educación, vivienda, salud y entretenimiento.

El éxito de la llamada compensación radica en que fue un noble propósito que se convirtió en impuesto parafiscal, es decir, el Estado colombiano le apostó a las cajas definiendo un porcentaje, que todos los empleadores formales deben pagar por cada trabajador, una fórmula existente en Colombia (y en Chile), que han querido copiar en otros países similares, pero el esquema impositivo estatal no seduce a empresarios de economías emergentes; en cambio, en Colombia es cultural que ese 4% sea impuesto parafiscal obligatorio materializado como la máxima expresión de la responsabilidad social empresarial; es cierto que ese monto se ha ido disminuyendo con el paso de los años y que siempre ha pasado de agache en las reformas tributarias y laborales, aún en tiempos de la pandemia cuando se le reprochó al sistema de compensación su papel pasivo en la compra de vacunas, por ejemplo, cuando todos los empresarios hacían esfuerzos ingentes para vacunar a la población.

Las cajas son, sin duda alguna, la joya de la corona de los trabajadores y sus familias y una obligación social de las empresas, por eso existe una Superintendencia del Subsidio Familiar que las vigila y ejerce funciones de inspección para asegurar el adecuado uso de los recursos y promover el bienestar de los afiliados.

Así como pasaron de agache en la compra de las vacunas en tiempos de la pandemia, las cajas dispersan sus actividades y el flagelo de la informalidad no es un pilar dorsal de sus roles y funciones en la economía. Insistimos que el dato más real de empleo formal lo deberían tutorar las cajas de compensación, vigilado por la SuperSolidaria, visado por el Dane y analizado por el Banco de la República, porque son las cajas quienes tienen de primera mano el número de trabajadores formales sobre los cuales los empleadores pagan el impuesto parafiscal -que no es un aporte voluntario- y saben cuántos pierden su empleo porque sus empleadores los desafilian; es decir, tienen la data más preciada para saber si es verdad que la generación de empleo cabalga como lo dice el Gobierno Nacional por estos días.

En orden de afiliados, más no de utilidades ni ingresos, Colsubsidio, Compensar, Comfama, Cafam y Comfandi, son casos de éxito empresarial basados en su gestión, pero sin desconocer que el grueso de su buen funcionamiento se debe al impuesto parafiscal dentro de sus ingresos, está claro que ese impuesto que pagan las empresas no llega primero a la Dian y se revierte a través del Presupuesto General de la Nación, sino que las cajas son recaudadoras eficientes.

Que sean entonces las mismas cajas las que tengan una destrucción creativa -en términos del trabajo de los nuevos Nobel de Economía- y lleven el sistema compensatorio a otro nivel que lo aleje de polémicas como el congreso de brujos u otros lujos suntuosos con dinero de los contribuyentes.

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