Editorial

Más allá de los Pipes y Colombia Repunta

<p>Las señales económicas han entrado en fase de alerta luego de conocerse el mediocre crecimiento del PIB, un dato que si se mantiene, amenaza el empleo</p><p>&nbsp;</p>

La última debacle de la economía global sucedió en 2008, cuando había estallado la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, a lo que se le llamó “crisis de las hipotecas subprime”. La desnudez de las cifras y prácticas corruptas del sistema financiero estadounidense contagió empresas y países enteros con una iliquidez sin precedentes que llevó a que las bolsas colapsaran en enero de ese año. Todos los países, incluido el nuestro, tomaron medidas adecuadas para tratar de salir bien librados. En Colombia, las consecuencias no se hicieron esperar y durante el primer trimestre de 2009 registramos el crecimiento más bajo, solo acercándose a 1,1%, las causas eran más que evidentes y nadie le pasó la cuenta de cobro a las autoridades económicas. Solo se dijo que Colombia estaba blindada y que el contagio internacional era menor y se podía descontar.

El tiempo pasó y con él la primera década de los años 2000, muchos países mejoraron sus cifras, pero otros aún no han salido de la crisis, como Grecia y Portugal. Colombia efectivamente no estuvo tan afectada, tal como los jinetes del Apocalipsis económico lo pregonaban. Lo que sí se sintió con dureza, años más tarde, fue la caída de los precios internacionales del petróleo y otras materias primas, que han obligado a nuestros gobernantes y a muchas empresas a repensar nuestra economía; al menos para que no sea tan dependiente del petróleo, sin ningún resultado hasta el momento. Mucho de lo anterior llevó a que las administraciones de Santos diseñaran planes estratégicos para crecer por encima de 6%, una cifra razonable sincronizada con la generación de empleo formal. A la primera propuesta la llamaron, Pipe, Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo, que fue lanzado en abril de 2013; sus logros fueron leves o desconocidos por el agite electoral de los años siguientes. Incluía medidas cambiarias, tributarias y arancelarias para beneficiar a todas las actividades económicas de alto impacto como infraestructura, vivienda y comercio. Casi todo se redujo a las casas gratis y a las promesas inacabadas de grandes obras viales. En mayo de 2015 se lanzo una nueva versión del Plan de Impulso, un Pipe 2.0, que le inyectaría recursos a la economía, al igual que se había hecho en 2013. Se habló de $16,8 billones de inversión pública para que la economía creciera por encima de 3,5% en 2015 y se generaran 323.000 nuevos puestos de trabajo; se levantarían 31.000 aulas en 1.500 colegios; se ampliarían beneficios a proyectos de hidrocarburos, minas y energía, etc, etc.

Y el hace tres meses se lanzó, Colombia Repunta, un “Pipe remasterizado” en busca de que el sector privado tenga menores tarifas de impuestos sobre las utilidades de las empresas, deducibilidad plena del IVA a los bienes de capital, una tarifa unificada para zonas francas en 20% sin pago de parafiscales y beneficios tributarios para el sector de hotelería y turismo. Todo para que la economía repunte y no se siga cayendo como lo ha demostrado el crecimiento del PIB del primer trimestre, que sigue siendo mediocre, en voces de los gremios. Si la actual administración nacional, que termina en poco más de un año, quiere que la economía vuelva por sus fueron, debe apurar la implementación del Colombia Repunta, pero para eso se necesita ministros que ejecuten y una plena coordinación con los empresarios a través de los gremios de la producción. Si observamos el recorrido desde el primer Pipe hasta Colombia Repunta, podremos concluir que no solo de buenas intenciones vive la inversión pública, que se necesita de ministros liderando dichas inversiones, de lo contrario todo será tiempo perdido.