Editorial

Nadie habla del big data en época de coronavirus

Es un hecho que China, Corea del Sur, Singapur y Taiwán están venciendo el Covid-19 con nuevas tecnologías y el seguimiento en las redes sociales, esa ha sido su verdadera arma secreta

Editorial

El aislamiento, la cuarentena y la misma pandemia por la que atravesamos ha permitido que la sociedad en general experimente una época dorada en la información, en la que los mensajes más científicos y algunos pueriles circulan en todos los medios sin mayores filtros que los individuales. Algunos de ellos versan sobre cuáles han sido los diferentes enfoques con que los países han enfrentado la crisis generada por el Covid-19.

Ciertamente, lo que han hecho países como China, Corea del Sur, Singapur y Taiwán, se diferencia con creces con lo propio hecho en Estados Unidos, España, Italia, Francia y Alemania, que se han convertido no solo en los más contagiados, sino lo que más muertos han puesto. Si bien mucho tiene que ver con la formación y la estructura de las sociedades desde la antigüedad -unas más obedientes que otras- la gran diferencia entre el enfoque asiático y el europeo tiene que ver con el uso que le están dando a las nuevas tecnologías para vencer el virus o aplanar la curva de contagios.

Lo que hicieron los asiáticos fue usar el big data para ir controlando el Covid-19. Recopilaron, almacenaron y analizaron grandes cantidades de información sobre la salud de sus ciudadanos y la pusieron al servicio de las instituciones de control y vigilancia; incluso los bancos facilitaron los datos de los cuentahabientes para elaborar filtros y hacer categorías; mucho en función de derrotar el peligroso virus; todas acciones impensables en Estados Unidos o los países de la Unión Europea en donde leyes de habeas data no permiten que las bases de datos tengan usos distintos a los aprobados por los usuarios. El big data se ha convertido en Asia en el arma secreta contra el coronavirus a partir de la recopilación de datos de diversas fuentes, incluyendo transacciones comerciales, redes sociales e información de sensores públicos que se comparten de una máquina a otra para saber quiénes estaban contagiados y quienes no.

Esos datos ciudadanos se transmiten a una velocidad sin precedentes a las autoridades sanitarias quienes las distribuyen de manera oportuna para la toma de decisiones para preservar la salud de todos. Lo que más ha ayudado es la bancarización, los celulares y el uso extendido de los llamado códigos QR como medios de pago. En pocas palabras han logrado que la tecnología vaya a mayor velocidad que la misma propagación del virus. Incluso, las autoridades pueden vaticinar quién va a adquirir el virus y en cuánto tiempo, obviamente para impedirlo.

Los datos ciudadanos recopilados por las autoridades les llegan en toda clase de formatos, como correos electrónicos, videos, audios y transacciones financieras elementales. Entidades asiáticas en cada país, similares a las superintendencias Financiera y de Industria, ayudaron a vincular, homologar, depurar y transformar los datos entre diferentes sistemas en función de un solo objetivo de país que consiste en salvar muchas vidas y evitar el colapso económico.

Vale la pena que las universidades, el Gobierno Nacional y las empresas líderes en las nuevas tecnologías pasen de las presentaciones en Power Point del big data y la inteligencia artificial a los hechos concretos y a las aplicaciones reales para resolver problemas. Los países como el nuestro deben usar las redes sociales para resolver problemas y avanzar de la “época del meme y del chiste fácil”.

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