Editorial

Nadie hace negocios lleno de pesimismo

Gráfico LR

El país económico va por un lado distinto a lo político, y muy a pesar de los malos gobiernos, hay un sector productivo más que eficiente y comprometido con no dejar caer la economía

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Diario La República · Nadie hace negocios lleno de pesimismo

Los indicadores fundamentales de la economía son una batería de cifras básicas que reflejan el estado de salud del país, una suerte de examen médico que revela qué tan bien funciona el organismo a través de muestras de sangre.

En ese “examen”, se observa el crecimiento del PIB, la variación de los precios, el costo del dinero, la oferta y demanda de empleos, la dinámica de los productos y servicios que se compran y se venden en los mercados internacionales, pero sobre todo se analiza cómo el organismo puede superar alguna adversidad, y en términos macroeconómicos, es el déficit fiscal -muy ligado al nivel de deuda externa- lo que envía buenas o malas alertas.

Hoy por hoy, el país económico es agridulce, pues mientras el crecimiento va en franco impulso, no es sino mirar el Indicador de Seguimiento de la Economía, ISE, a julio, que muestra una variación de 4,33%, la mejor cifra en muchos meses; el dato del séptimo mes del año se convierte en el cuarto mes seguido de repunte, luego de que en abril fuera de 0,9%, en mayo de 2,4% y en junio de 3%. No se equivoca quien dice que el ritmo económico es bueno y que hacer pesimismo cuando las cifras muestran otro panorama es equivocado.

Es el segundo mejor dato en 12 meses, solo por detrás de marzo de 2025, cuando alcanzó 4,5%, no se puede negar que la economía mantiene una senda de reactivación sorprendente, muy a pesar de los aires de pesimismo e incertidumbre que soplan en todos los pueblos y ciudades.

Lo que está experimentando el país, no es otra cosa distinta de que lo económico va por un carril muy distinto al de la política, y que mientras los empresarios sostienen el pago de impuestos, la generación de empleo, las exportaciones y la demanda de bienes y servicios, la pugnacidad política va en contravía o por un carril distante.

Una buena realidad es la incertidumbre política, la crispación social, la inseguridad, las reformas tributarias y la maledicencia contra el sector productivo que no frena el espíritu emprendedor de los colombianos. Nadie hace negocios lleno de pesimismo ni se deja afectar por los ataques constantes de quienes apuestan a que la inseguridad perdure y el caos nunca muera para usar esa penosa realidad en lograr sus fines políticos.

Lo único que debía hacer bien este Gobierno era mantener unas cuentas bien hechas, lograr que el déficit fiscal no se disparara a niveles de pandemia, que el dinero rindiera, que alcanzara para la inversión social y se enviara un mensaje de austeridad y ahorro en un país en donde la pobreza monetaria abarca a más de 15 millones de personas y la extrema a unos 5 millones.

Mantener o reducir el déficit era lo menor, pero fue una tarea despreciada al punto de pasarse por la faja la regla fiscal que le imponía niveles de deuda en un país que cobra muchos impuestos, pero no los optimiza al punto de hacerlos rentables.

Es claro: está demostrado que el país económico va por un lado distinto a lo político, y que muy a pesar de los malos gobiernos, hay un sector productivo más que eficiente y comprometido con Colombia a no dejar caer la economía, tal como sucedió en Venezuela. La única y verdadera apuesta en estos momentos es a rentabilizar el espíritu emprendedor, empresarial de los colombianos y no dejar profundizar la crisis política y de seguridad que imperan.

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