Editorial

No hay almuerzo gratis

<p>Obama y Raúl Castro sellaron el fin de la guerra fría en América Latina y abrieron rutas económicas para Cuba</p>

Hay un adagio popular entre los estadounidenses que dice: “There ain’t no such thing as a free lunch”, poco más o menos que no existen los almuerzos gratis, que no existe nada gratis, que nadie regala nada o que todo tiene un costo oculto al final del día. Un refrán que lo manejan muy bien los economistas discípulos de las tesis de Milton Friedman quien lo hizo famoso durante sus clases de libre mercado en la Universidad de Chicago. Recordemos que Friedman fue galardonado con el Nobel de Economía en 1976 por sus investigaciones en consumo, estadística y políticas de estabilización macroeconómica.

El punto va en reflexionar sobre la nueva postura de Estados Unidos sobre Cuba y el inminente fin al embrago económico a la isla de los Castro que se ha extendido por muchas décadas sin lograr objetivos políticos y en claro desmedro de la sociedad cubana que se ve sometida al más profundo atraso y escasez de bienes primarios. Cualquier beneficio que reciba Cuba por parte de Estados Unidos va a tener un costo asociado o subyacente que pagarán otros. Tal vez los republicanos en las próximas elecciones a la Casa Blanca.  Friedman criticó los subsidios estatales y toda suerte de ayudas de los gobiernos, demostrando matemáticamente que no son gratuitos como sus promotores los venden, sino que alguien paga tributos que finalmente pagan esa aparente acción gubernamental.

Cuba arranca una metamorfosis económica hacia una economía de mercado como hace dos décadas lo hizo China; como lo hizo Rusia luego de la debacle de la Unión Soviética o como le correspondió a los alemanes orientales reacomodarse luego de la caída del muro de Berlín. Será un paso muy rápido a una economía de mercado más socialistas y menos comunista en donde la propiedad privada y la inversión extranjera se erijan como pilares de la renovación. En Cuba las cosas serán más fáciles, pues hay todo un continente ansioso de apoyar al pueblo cubano en la transformación social. No será fácil, pues es una población obsesivamente estatal que considera al gobierno la panacea de sus problemas. Ya hace un par de años, Raúl Castro, introdujo algunos cambios y puede haber transporte privado y se pueden comprar y vender casas; dos acciones que de una u otra manera han preparado a los cubanos para el gran cambio.

Los cubanos tienen una gran fortaleza y es que son el pueblo más preparado del hemisferio, no hay analfabetismo, hay grandes adelantos sanitarios y cuentan con la mano de obra para convertirse en una verdadera potencia regional. Claro que será traumático porque ese paso a las leyes del mercado dejará millones de personas muchos más pobres de los que hoy son. Pero serán más los ganadores.