Editorial

No hay que darle la espalda al empleo juvenil

Si bien el gobierno, las empresas y los sindicatos deben apuntar a retomar el crecimiento de la economía, hay que buscar alternativas para dar oportunidades a los jóvenes

Editorial

Diario La República · No hay que darle la espalda al empleo juvenil

La mayoría de las voces económicas del país están centradas en idear recetas, planes y pactos para que la economía rebote en ‘V’ y salga lo más rápido posible de la caída histórica que se presentó en el trimestre comprendido entre abril y junio, que dejó la fatídica contracción de 15,7% del PIB a causa de la pandemia del covid-19.

Gobierno Nacional, gremios, académicos y trabajadores han pedido a gritos la reactivación porque el retroceso en los indicadores económicos a causa de los aislamientos ya no podía sostenerse, por lo que el país entró en una fase en la cual cada persona tendrá que poner de sí para seguir los protocolos y cuidarse del virus.

Pero si bien el imperativo es el de la recuperación económica, y lograr las siempre esperadas tasas de crecimiento superiores a 5%, que de paso reactiven el empleo de la mano de sectores como la infraestructura y la vivienda, el enemigo en la sombra al cual hay que atacar es la desocupación entre los jóvenes, aquellos colombianos de entre 14 y 28 que cataloga el Dane que pueden ocuparse y generar actividades productivas.

Las cifras son más que alarmantes, pues si bien los titulares de prensa muestran el grave problema de tener una tasa de desempleo en 20,2%, en el caso de esta población, la cifra llega a 29,7% en el trimestre de mayo a julio y, al compararse con el mismo periodo de 2019, muestra que prácticamente se duplicó, pues estaba en 17,5%.

En medio de la crisis, mes a mes el Dane ha demostrado que las cifras se ponen peor. Pues, tan solo al inicio de año se contabilizaban más de 5,8 millones de jóvenes que estaban trabajando, y el último corte de cuentas tan solo revela a cuatro millones de colombianos menores de 29 años que tienen un empleo, sea formal o informal.

Además, este drama tiene otra arista y es la que comprende a los desocupados, que llegaron casi 1,6 millones, y a los inactivos, que se sobrepasaron los 6,5 millones de colombianos que hoy, pese a que están en edad de trabajar, no “participan en la producción de bienes y servicios porque no necesitan, no pueden o no están interesadas”.

El panorama es complejo y solo da cuenta de que ser joven en este país significa ser más vulnerable y desaprovechar prácticamente los conocimientos adquiridos en una etapa temprana de formación, lo que hace más que imperativo que el Gobierno Nacional, el sector productivo, los sindicatos y universidades fortalezcan una alianza e impulsen pactos para verdaderamente subsanar este problema que está afectando económica y emocionalmente a las generaciones más jóvenes, que no son el futuro, sino que hacen parte de un presente en el cual, para lograr el objetivo de crecimiento del PIB, es necesario sumar fuerzas y tratar de mejorar la calidad de vida de todos.

En estos compromisos, es indispensable que los gobiernos de las ciudades principales y de los municipios también aporten, pues de nada sirve crear una política de empleo joven que no satisfaga las necesidades que tienen las diferentes regiones que hay en el país. Por ejemplo, en Neiva, la tasa de desempleo juvenil bordea 50%, mientras que en Popayán e Ibagué supera 47%, estadísticas escandalosas que develan que las estrategias para emplear a esta población no deben tardar hasta que pase la crisis de la pandemia.

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