Editorial

No hay que importar más problemas

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Las inusuales protestas en pro del estado Palestino y en contra de Israel sucedidas en distintas ciudades colombianas son sacadas de un libro de situaciones distópicas

Editorial

Diario La República · No hay que importar más problemas

Colombia ya tiene suficientes problemas sociales y de orden público para que sea sometido a una nueva ola de protestas violentas en pro del Estado Palestino y en contra de Israel, un conflicto lejano, crónico y que poco o nada le suma a los promotores nacionales de tales revueltas.

Los hechos son producto de los mismos creadores de las viejas marchas contra el fracking, que en su momento fueron patrocinadas y promovidas por intereses cercanos a Rusia, antes de su invasión a Ucrania, con las que buscaban que no aumentara la oferta petrolera y el crudo ruso mantuviera precios y volumen en Europa.

Ahora las banderas no son ambientalistas, sino palestinas, región que soporta la resurrección de conflicto crónico luego de que hace dos años dos centenares de terroristas del grupo Hamás asesinaran y secuestraran a más de 1.200 personas en territorio israelí.

Cosas muy graves están sucediendo en esa región desde hace décadas, pero nunca se había visto que el inmobiliario urbano de Bogotá o Cali fuera destruido por simpatizantes de la causa palestina, como si los problemas de orden público de Arauca, Cauca, Nariño o Valle, no fueran suficientes.

Es una realidad difícil de ocultar que los grupos al margen de la ley se han atomizado en todos los rincones del país, que hay auténticas regiones donde sobra el imperio del hampa, generando feudos de extorsionistas, narcotraficantes, secuestradores y ladrones callejeros.

El país atraviesa una ola de inseguridad sin precedentes, que parece no importarle a los ministros ni al Presidente; es como si el mantra de que “el caos nunca muera” fue la única consigna válida para mantener el modelo de Gobierno en el poder.

Y si la realidad no genera causas para salir a destruir, pues lo mejor es importar un problema lejano como el Palestino, que dicho sea de paso merece ser resuelto en las instancias internacionales adecuadas; ya el gobierno de Estados Unidos ha puesto a andar un plan para estabilizar la región, que ojalá sea asumido pronto por los protagonistas.

A todo el mundo le duele la destrucción y las muertes en Israel y Palestina, pero acá en Colombia también hay muerte y destrucción que deben ser atendidas por el Gobierno Nacional, como asuntos prioritarios.

A solo 10 meses de terminar su mandato, es entendible que el presidente Gustavo Petro busque ser referente internacional de causas anti-estadounidenses por su coherente posición política que ha trazado toda su vida, pero el costo de ese camino frente a las protestas “glocales” pueden hacerle mucho daño al desarrollo social en el país.

En Colombia también mueren personas a causa del conflicto interno, que casi completa 70 años, y que desangra al país; lo que más se espera de la administración central es, primero, organizar el desorden interno y, posteriormente, enfocarse en los problemas externos; Colombia no es un país ejemplo para dar cátedra internacional de paz, mucho menos digno de ofrecer envío de tropas a países lejanos cuando en regiones como el Cauca mandan los grupos delincuenciales y su gente anhela que los soldados garanticen la seguridad en la vía Panamericana.

Ojalá todas la guerras terminaran, en Ucrania o Israel, pero de momento, lo más crucial es que Colombia goce de seguridad para poder sacar a más nacionales del ciclo de pobreza en que viven a causa de los delincuentes.

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