Editorial
No se puede jugar con la Nacional
lunes, 6 de mayo de 2024
Una de las dos mejores universidades no puede entrar en un limbo en su rectoría al tratar de imponerse a un rector por elección popular, situación que no sucede en ninguna parte
Editorial
En ninguna universidad de máxima categoría en todo el mundo se escoge a su máximo representante mediante elección popular entre estudiantes y profesores. En todas se surte una serie de instancias que garantizan los procesos y entran a jugar en una determinada escogencia o selección a través de comités, consejos, asesores, colegiados, numerarios, juntas (como se quieran llamar). Toda una suerte de instancias superiores, que velan para que sus máximos líderes sean probos académicamente, pero que además cumplan una serie de requisitos o dimensiones en el ser y en el hacer.
Desde que José Ismael Peña fuera elegido como nuevo rector de la Universidad Nacional, hace poco más de ocho semanas (y avalado por el Consejo Superior Universitario), el alma mater ha entrado en una espiral de destrucción que le va a pasar la cuenta de cobro, no solo a la administración de la máxima universidad pública, sino a su desarrollo académico.
Todo ha sido un caos, pues el Gobierno Nacional quien preside el máximo consejo ha desconocido tal nombramiento; el mismo Ministerio de Educación ha caído en torpedear la elección surtida poniendo en entredicho el gobierno de la entidad, dicho sea de paso, la primera, segunda o tercera universidad de Colombia, no solo por su tamaño, presupuestos públicos, sino pro su calidad académica.
La Universidad Nacional es una verdadera institución académica de gran renombre internacional, en la que estudian más de 60.000 alumnos al año, con más de 3.000 profesores, en su mayoría bien preparados. Maneja un presupuesto superior a los $2,6 billones, similar al de muchos ministerios; tiene varias sedes en el país y ha sido el alma mater de importantes personajes de la vida pública.
Dejarla colapsar ante las presiones de un ala o sector de los profesores y estudiantes quienes quieren imponer su voluntad contra de los protocolos establecidos se puede convertir en una mala experiencia que se repetirá en sus similares públicas: U. de Antioquia o U. del Valle, que en su orden pueden sufrir el mismo destino de desconocer los mecanismos aprobados de elección de sus rectores.
“La votación democrática depende del universo de los votantes. Uno limitado y excluyente es contrario al concepto mismo de democracia moderna. Por eso no se vota para gerente del Banco de la República, ni para directores de hospitales -ellos se nombran con mecanismos bien reglados para promover el bien común”, argumenta el ex rector Moisés Wasserman, quien recalca: “la autonomía de las universidades, de muy vieja data, es un reconocimiento que les hace la sociedad y que viene con responsabilidades concomitantes. Las universidades pueden darse sus propios reglamentos, incluido el procedimiento para seleccionar sus líderes. Pero la responsabilidad que la acompaña es la obligación de respetar esos reglamentos. También si se quisieran cambiar hay normas que se deben respetar y que son las únicas válidas”.
Sumir en anarquía la máxima universidad pública de Colombia es abrir una Caja de Pandora que además de terminar muy mal va a perjudicar a los estudiantes quienes necesitan adelantar sus ciclos para poder trabajar, investigar aportarle más al país.
Algo muy extraño se está cocinando en casi todas las universidades públicas, puede ser que lo de la Nacional sea solo la punta del iceberg.