Editorial

Ojalá inventar noticias falsas sea un delito

La actual era de la información ha generado empresas que se dedican a sembrar mentiras con la seguridad que la gente las consume

Editorial

Inventar noticias falsas no es un asunto nuevo, el problema de ahora es que vivimos inmersos en la era de la información en la que la ese “pecadillo” tiene grandes repercusiones que no solo están encaminadas a dañar la reputación de personas y empresas, sino que buscan beneficiar a otros grupos de interés que ganan en ese río revuelto, como políticos, empresarios, periodistas y todos los demás actores sociales que deben recurrir a confundir a la población, consumidores, electores, aficionados, seguidores, etc., todos esos colectivos que han ganado peso en un mundo interconectado las 24 horas del día durante 365 días del año.

Ojalá inventar noticias falsas se convierta en un delito real, pues esta actividad escondida en el anonimato (galpones de hackers que gestionan cientos de identidades falsas en Facebook, Instagram o Twitter) que brinda las redes sociales no solo destruye reputaciones, sino que atenta contra la salud de las empresas y siempre busca beneficiar competidores. Es el delito de moda que aún no ha cuantificado, pero que poco a poco empieza a asomar su cabeza.

Se equivocan quienes creen que es un tema exclusivo de las elecciones al Congreso o a la Presidencia de un país. Es un asunto espinoso que se vive a diario entre empresas y profesionales que compiten por clientes o una porción del mercado. Sembrar bulos en la red de redes; decir mentiras muchas veces de manera deliberada para afectar a alguien; armar cadenas telefónicas de desinformación, es una actividad real de la cual viven miles de personas en Colombia y millones en todo el mundo. Hay toda un industria subterránea que captura a los medios de comunicación que se vuelven en ocasiones mensajeros de esas noticias falsas.

La dimensión del tema habla por sí sola. Estados Unidos, la cuna donde se desarrolló internet, ha tenido que nombrar un fiscal especial para investigar la trama rusa que afectó las pasadas elecciones presidenciales, y ya está dando resultados, pues acaba de poner al descubierto una fábrica de ‘fake news’ que interfirieron en las elecciones de 2016. El Proyecto Laktha descubrió que hacker rusos empleaba a cientos de personas dedicadas a la intoxicar el debate electoral de Estados Unidos. Y si esto ocurre en un país como ese, qué estará pasando en Colombia en donde hay crónicas practicas mafiosas.

Está claro que estamos en medio de guerras de información silenciosas encaminadas a inflar tendencias y generar desconfianza hacia candidatos, productos o simples personas que son víctimas de la dictadura de las redes sociales en las que hay más usuarios virtuales que reales. Los rusos descubiertos por el Proyecto Laktha generaba miles de cuentas en Facebook, Instagram y Twitter con nombres falsos o robados; cuentas de banco fraudulentas y documentos de identidad falsos; así mismo abrían páginas web y creaban comunidades con ciudadanos que consumían todo lo que estos anónimos se inventaban.

Es un imperativo que los medios de comunicación y las mismas empresas como Google, Apple o Facebook, entre otras, se responsabilicen de filtrar, contrastar y verificar la información que se mueve en sus empresas. Las ‘fake news’ siempre han existido, el gran problema es que ahora tienen más alcance por la proliferación de fuentes de información, la necesidad de estar informados y la incapacidad de las autoridades para castigar a quienes inventan noticias falsas.

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