Editorial

Ola de paros del agro activan el ‘deme deme’

Cafeteros, paperos, cerealeros y lecheros deben ser más competitivos: el presupuesto no alcanza para todas sus peticiones

Cafeteros, paperos, cerealeros y lecheros deben ser más competitivos: el presupuesto no alcanza para todas sus peticiones
Los tratados de libre comercio recientemente firmados por Colombia desataron una ola de protestas de productores agropecuarios en todos los departamentos, un hecho que si bien venía ocurriendo antes y durante los convenios suscritos, evidencia que algo estructural está pasando en el sector agropecuario. No solo se trata de los precios internacionales, las importaciones y el orden público, algunos factores que inciden en el modelo de negocio de los empresarios del campo; se trata también de competitividad, reconversión, y, sobre todo, de entender las exigencias del consumidor moderno.
Es cierto que miles de hogares colombianos derivan su sustento del café, la papa, el arroz o la leche, y que esta actividad económica determina la seguridad alimentaria del país. Así las cosas, la situación se convierte en una verdadera tenaza que fuerza al Gobierno Nacional a ceder, dejarse presionar y aceptar todas las reivindicaciones de los cultivadores cuando protestan. El café siempre ha sido un producto de exportación y su protagonismo radica en que es un emblema nacional, y que hay unos 450.000 productores cedulados que en once departamentos son una fuerza económica, y, por supuesto, política. Es un hecho evidente que el pasado paro logró ayudas, pero que el problema subyacente era la guerra por el control del gremio. Ahora el Gobierno se ve ad portas de una gran cosecha que le obligará a casi duplicar las ayudas pactadas.
La historia reciente tiene pocos registros de protestas de paperos, pero al son que pusieron los cafeteros, estos agricultores también hicieron lo suyo y fueron por dinero del presupuesto de todos los colombianos, y lo lograron. Con los lecheros también sucede algo similar, hay sobreproducción láctea y el precio al productor se ha mantenido anclado mientras que los precios de los concentrados suben por encima de la inflación. Ellos no han salido a protestar, pero eso es solo cuestión de tiempo. Así, poco a poco se sumarán cerealeros, palmicultores, cañicultores y hasta ganaderos, muy a pesar de los escándalos de corrupción que enlodan su gremio.
Colombia, si quiere paz y progreso en el sector rural, debe trabajar por mejorar su producción agropecuaria. Los tiempos de ‘vaca por hectárea’, precios de sustentación, subsidios a la producción, aranceles a las importaciones, condonación de deudas, y otras tantas ayudas a los empresarios del campo, deben hacer parte de la historia. Pero no está sucediendo así. Al Gobierno Nacional le midieron el aceite y cada cuatro semanas le toca salir con una chequera de los impuesto de todos a calmar los ánimos de los agricultores. Es urgente una política enfocada al agro, pero con elementos de productividad, competitividad y sobre todo de responsabilidad social.