Editorial

Oportunidad para un país con mayor equidad

<p>La clave del posconflicto es hacer de la lucha contra la inequidad la verdadera política de Estado, tal y como fue la bandera del fin del conflicto.</p>

El debate sobre la pobreza y la desigualdad no es nuevo aquí ni en el mundo y las consideraciones académicas e ideológicas están a la orden del día y van desde culpar al sistema capitalista que supuestamente propicia las brechas sociales, al subdesarrollo mismo por la carencia de recursos, a los malos gobiernos y a la ineficiencia de sus programas o a los mismos formuladores de la política pública. Sin embargo, lo que sí es válido e incuestionable es que el debate debe darse con toda la seriedad y profundidad, evitando sesgos o pretensiones más allá de encontrar una salida para que más compatriotas tengan acceso a mejores condiciones de bienestar e inclusión social.

La coyuntura actual en la que se debate el futuro del país, luego del acuerdo alcanzado entre el gobierno y la guerrilla de las Farc, es muy propicia para abordar el tema de la relación entre el crecimiento económico y la equidad, como lo acaba de propiciar el Instituto de Ciencia Política, con motivo de los diez años del fallecimiento de quien fue uno de los promotores del desarrollo empresarial, Hernán Echavarría y que tuvo como invitado especial al Premio Nobel de Economía, 2015, el profesor Sir Angus Deaton, galardonado por su “análisis sobre el consumo, la pobreza y el bienestar social”, buena parte del cual está incluido en su obra “El Gran Escape”.

El debate que sostuvo  Deaton con empresarios y expertos fue rico en ideas y dejó lecciones y reflexiones que merecen ser tenidas en cuenta por quienes generan buena parte de la riqueza nacional y por quienes son los encargados del diseño de las políticas públicas, ideas que deben extenderse a los escenarios de la academia. La primera es que el desarrollo económico y social no es un problema de formulación matemática o de ingeniería, sino que tiene como condición la creación de unas condiciones políticas que los gobiernos deben propiciar con tres elementos centrales: buscar una mayor participación de la gente para garantizar inclusión social, abrir espacio político a nuevos actores y evitar la idea de que el asunto se soluciona con financiación. 

El acercamiento a esas condiciones permite una reducción de la desigualdad social porque eso motiva “una fuerza hacia el bien” de todos los actores sociales que harán un gran esfuerzo para alcanzar un espacio social de bienestar, asunto que está lejos de la creencia individualista de algunos grupos políticos que pregonan expropiar a los ricos para transferir a los pobres. Sin duda que la eficiencia en la asignación de los recursos públicos es fundamental para obtener los resultados, en lo cual el imperio de la ley es determinante, lo cual no es otra cosa que maximizar los instrumentos para evitar que la corrupción haga de las suyas. Las experiencias en este sentido, y en particular las de nuestro país, muestran que el tema debe ser el primero en la agenda pública y privada para que se haga realidad la esperanza de tener un país menos desigual que estimulará el crecimiento y la riqueza.